El Instituto Politécnico de Tafalla, la “Laboral” para los cercanos, cumplió el 27 de septiembre 50 años prácticamente a la vez que en las calles de la ciudad del Cidacos una manifestación de empleados de la antigua Luzuriaga, hoy Fagor-Ederlan, reclamaba seguridad en los puestos de trabajo mientras conocía que el 13% de ellos va a ir a la calle.
Hasta hace un año, al terminar los estudios, la mayoría de los chavales de la escuela conseguía un contrato en prácticas en las empresas de la propia Merindad. Ahora el panorama es bien distinto. La incertidumbre campa por las aulas y encoge el corazón de los chavales, sus padres y profesores que ven cercano el precipicio de un desempleo que no se merece una de las generaciones mejor preparadas.
Al director del Instituto, Pedro Flamarique, no le pilla de sorpresa porque es precisamente esta misma situación la que vivimos una promoción de ex alumnos, entre ellos él y yo, cuando acabamos la FP hace aproximadamente 25 años en un ciclo de economía regresiva.
Flamarique sabe que a los chavales hay que insuflarles optimismo. No va a ser fácil. Creo que la receta pasa por trabajar el doble para ganar lo mismo que hasta ahora. Así se ha salido siempre de las crisis, aunque ésta sea de las gordas.
Redoblar el esfuerzo y, además, inventar. Y es aquí donde quiero hacer hincapié porque formar excelente técnicos no basta si no tienen inoculada la ambición de crea su propio puesto de trabajo. Un empeño en el que también se ocupa la Escuela. Pero quiero insistir en él porque cuando nadie, o pocos, te van a emplear cabe estrujarse la cabeza en fabricar el propio modo de vida. En impulsar el nacimiento de pequeños talleres, micro empresas o cooperativas propias, en salir a competir como autónomos o medianos empresarios para ganar unas alubias cada día más caras.
Y para eso no sólo hacen falta forjadores del propio empleo, sino también una red de apoyo local o comarcal a estos incipientes emprendedores. Un tejido económico próximo que ampare a toda esta gente joven y nuestra. Un entramado que existe entre los alrededor de 7.000 ex alumnos y profesores que en medio siglo han pasado por la Laboral de Tafalla. Urge que alguien le dé forma, porque estos estudiantes son nuestro presente y futuro. Y nos duele su miedo y somos responsables de él.
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