El vodevil en el que se ha convertido el gobierno de Navarra
ha llegado a su cota más alta con las escandalosas revelaciones de la
exresponsable de Hacienda, Idoia Nieves, que ha acusado a otras dos mujeres,
puntales del régimen foral, de presionarle para que se cometieran ilegalidades
con las que beneficiar su despacho privado de asesoría laboral (Lourdes
Goicoechea, consejera de Economía) o la filtración de datos para una defensa personal
en el sumario abierto con motivo de la escandalosa desaparición de Caja Navarra
(Yolanda Barcina, presidenta del Gobierno).
Las graves
acusaciones no vienen de una incauta. La exgerente de Hacienda ocupaba desde
hace años uno de los cargos mejor pagados de la Administración foral (97.000 €
anuales, más que la propia Barcina) por lo que, muy probablemente, Nieves
tendrá blindadas pruebas más contundentes que los correos electrónicos
exhibidos y que, veladamente, apuntan a inspecciones fiscales a muy alto nivel,
algunos señalan a la Universidad privada, que dormían el sueño de los justos
por decisión política, aunque Goicoechea lo haya negado todo y amenace con
judicializar este terremoto.
Actuaciones
muy graves todas ellas, como retrasar el pago del IVA a empresas y autónomos en
el peor momento económico de la crisis, provenientes de un gobierno no exento
de escándalos encadenados, como la dimisión hace unos meses de un consejero que
lavaba billetes de 500 € por la venta en negro de un piso en Barcelona o las
recurrentes dietas de Caja Navarra devueltas por el, al menos, inmoral proceder
de quienes gobiernan tan torpe y discriminadamente en favor de intereses
personales, no políticos, como los caciques del siglo XIX.
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