Cuando uno pregunta en Olite por las señales que hay
grabadas en muchos sillares del Palacio, la respuesta suele ser que son las
marcas que los canteros hacían en el siglo XIV como firma con la que, tras un
recuento, se pagaba el sueldo de una cuadrilla de “mazoneros”. Un ingenioso
estudio rompe ahora esta teoría y lanza al aire la novedosa propuesta de que,
en realidad, los grabados son fórmulas matemáticas encriptadas con la las que
los maestros constructores, los arquitectos de la época, preservaban sus
conocimientos y solo los revelaban a quienes sabían ver más allá de lo simple,
que no es el caso de los contemporáneos. O sí, en el caso del estudioso Simeón
Hidalgo.
Hidalgo
tiene un blog en internet en el que ha colgado un estudio sobre “Las ballestas
del palacio de Olite”, en el que analiza las marcas talladas con la silueta de
este arma medieval en la Torre del Homenaje, núcleo principal del Palacio de
Carlos III, y en otra escalera que se utiliza hoy como salida del castillo.
En el
verano de 2012, el autor fotografió y catalogó hasta 39 signos de ballesta
tallados en las escalerillas de estos dos lugares. Hombre escéptico, Hidalgo no
se creyó la versión tradicional de la marca como firma que garantizaba el
salario del cantero. Vio que había distintos tipos de ballestas, pero todas
estaban trazadas con pulcritud, perfectamente trabajadas, con “un replanteo
previo realizado con reglas, compases y medidas de la época”. Se trataba de un
trabajo de maestro, “que no tiene problemas en perder tiempo en la realización
de estos pequeños e interesantes detalles”.
El investigador, que también ha visto
marcas parecidas en los monasterios de La Oliva e Iratxe, así como en el
desolado de Rada y la iglesia de Anézcar, reconoce que en Olite “me entró el
gusanillo de comprobar si la ballestas nos dicen o informan de algo más ...”.
Y, efectivamente, descubrió que tenían que ver mucho con el espacio
arquitectónico dónde estaban cinceladas.
Mediante un
proceso matemático, trazó una corona circular con radio en la punta del mástil
y el dibujo del arco de la ballesta. Con el compás unió el centro con el
gatillo y obtuvo otro círculo más pequeño. Dibujó varias tangentes que cortaban
entre el mástil y el gatillo para, por sorpresa, hallar “la clave que esconde”
el dibujo en relación a la escalera en la que se encuentra, y que no era otro
que la plantilla de los escalones con los que se tenía que hacer la propia
escalinata. Pero todavía había un dato más. La corona exterior del dibujo,
troceada en bloques, era el plano proporcionado de la misma caja de la
escalera.
Según
Hidalgo, quedaba patente que las señales del Palacio de Olite, al menos las de
las ballestas, “no son simples marcas o firmas de cantero ... Son mucho más...
dibujos que emplearon los maestros constructores para dejar de forma
disimulada, encriptada, sus conocimientos ...”, unos miniplanos tallados en los
sillares de las dos escaleras de caracol del estudio.
Aquellos
maestros, verdaderos arquitectos de la Edad Media, “no eran bobos, sino muy
listos”, escribe Hidalgo, que también cita una marca de ballesta en Anézcar que
contiene la traza de la cabecera y varios tramos de su iglesia. El autor de la
teoría precisa que quienes cincelaron las señales eran “tan listos que supieron
preservar su conocimiento y transmitirlo bajo el dibujo de un simple ballesta”.
Un saber que, según el estudioso, se revela “solo a los que buscan y ven más
allá de lo simple y aparente”.
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