Tumba de la dama de Mauleón en los franciscanos |
Si bien el
rey Carlos III el Noble y su esposa Leonor fueron honrados a su muerte en la
iglesia de Santa María la Real cercana al Palacio, en 1425 y 1415,
respectivamente, la iglesia y el convento de los frailes franciscanos, cerrados
desde 2014, tuvieron también una gran relevancia para la familia real y prueba
de ello es que acogieron los cuerpos de algunas princesas nada más morir, tal y
como ha contado en distintos trabajos de investigación la historiadora
estellesa Merche Osés Urricelqui.
Sepulcro situado a la entrada de la iglesia olitense |
Estas
imponentes ceremonias de duelo se organizaban en torno a un túmulo o capilla en
la que se instalaba el cuerpo cubierto con telas negras de calidad adquiridas
en Londres, Bristol o Lovaina, según las huellas dejadas en las cuentas reales.
Las habitaciones del castillo también se revestían de luto y para el duelo la
familia adquiría ropa confeccionada con paño oscuro.
Uno de los
majestuosos funerales que documenta Osés en San Francisco fue el de la infanta
María, que murió en Olite el mediodía del miércoles 6 de enero de 1406. Su
padre Carlos III estaba ausente en Francia y la reina Leonor, lugarteniente del
reino, se hizo cargo de la ceremonia.
María fue
velada toda la noche en la iglesia de los frailes. Su cuerpo se introdujo en un
ataúd de pino cubierto con un paño negro sobre el que había una gran cruz
blanca. “Esa noche se colocaron 60 antorchas, 402 cirios y una gran cantidad de
velas ....”. Al día siguiente, el cadáver fue llevado en andas hasta la capital
navarra por un séquito de más de 220 acompañantes, lo más granado del reino,
como su hermano bastardo Leonel, el Mariscal de Navarra y otros nobles y
clérigos como el señor de Gurrea, Beltrán de Lacarra, Pedro Arnaldo de Garro o
el prior de San Juan de Jerusalén.
Juana la Loca de Castilla ante el féretros de su marido |
Ya en
Pamplona, el viernes 8 de enero, María fue enterrada en una capilla situada en
el coro de la catedral, decorada con el escudo de armas de Carlos III de
Evreux.
Una segunda
ceremonia real documentada también en San Francisco de Olite fue la de las
honras fúnebres por la hija primogénita de los reyes, la infanta Juana, que
murió en julio de 1413. La también condesa de Foix fue velada en un acto en el que
también se recordó a otros caballeros que había desaparecido recientemente,
como Pierres de Navarra, conde de Mortain y hermano del rey; así como a Pero
Sanz y a Pierres Duhalde.
Las
crónicas cuentan que se tiñeron telas de luto para adornar la capilla con
distintos escudos y paños de oro. La Casa Real también adquirió velas y cirios
de distintos tamaños y 100 capellanes cantaron misas el día de las honras
fúnebres.
Además, los
clérigos de Olite recibieron un donativo y hubo limosnas para “40 pobres
vestidos de negro con capirotes de luto que llevaban velas”. El sacristán de
San Francisco portó una cruz y aquel día tocaron todas las campanas de las
iglesias del pueblo en recuerdo de la princesa muerta. Los cuantiosos gastos
sumaron 804 libras.
La iglesia
de San Francisco mantiene hoy distintos sarcófagos en los que fueron enterrados
miembros de la nobleza navarra, como el de una dama
de la familia Mauleón ubicado cerca del altar principal o varios a la
entrada del templo junto a la figura del arcángel
San Miguel.
Óleo de Francisco Pradilla que recrea el entierro de Felipe el Hermoso |
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