Muchos de aquellos navarros, que fueron más de los que
nos parece, han muerto pero sus hijos y nietos nos ven vía satélite en los
informativos de televisión, siguen por Internet nuestras páginas web o
mantienen contacto con los parientes que quedaron en el pueblo. Se ha hablado
con intensidad de los más de 3.000 republicanos asesinados en Navarra tras el
golpe que ideó Emilio Mola, pero escasamente de los que tuvieron que poner
tierra por medio para salvar la piel. Silencio y pocos datos para los
aproximadamente 1.500 paisanos que lucharon en las filas del Ejército
republicano o de los alrededor de 500 refugiados navarros que tras la guerra
estaban censados en el sur del estado francés, desde Baiona a Toulouse... (Ver
más)
Precisamente en esta última ciudad recaló una de las principales figuras del exilio foral, Julia Álvarez Resano (Villafranca 1903-México 1948), de la que este año se cumple el 110 aniversario de su nacimiento, como recuerda por teléfono María Egea, su sobrina que vive en París (¿No hay ningún político/a que haya meditado un homenaje a la primera diputada navarra en Madrid?). “Tenían que poner el nombre de mi tía a una escuela”, dice quien salió de Cartagena con 4 años, recaló en barco en Orán, sobrevivió difícilmente en Argelia y, al final, llegó a la capital francesa para ejercer como maestra. Igual que Julia, su tía navarra, casada con Amancio Muñoz Zafra, un sastre cartagenero que fue alcalde y diputado socialista, como lo fue también la de Villafranca. Una pareja de recién casados, ambos del mismo partido, que pisaban la moqueta del Congreso unidos de la manita y que el mismo Manuel Azaña, con su ácido humor, llamaba los “reyes católicos” porque eran inseparables.
Si la villafranquesa Julia Álvarez había llegado a Madrid
(una de las cinco mujeres con acta de diputada) fue porque antes, en su pueblo,
había ejercido como maestra. Después se hizo abogada, fue candidata socialista
por Navarra y Gipuzkoa, pasó a trabajar en la capital de España y allí consiguió
entrar en la Cámara Baja a la par que su Amancio. También, ya durante la
guerra, la República la nombró primera mujer gobernadora civil, en este caso
por Ciudad Real, y alto cargo en los tribunales de justicia. Llegó exiliada a
Toulouse, como directora del periódico El Socialista, y terminó purgada por sus
enemigos dentro de un partido que la expulsó y rehabilitó 60 años después de
muerta.
El tudelano Fermín Pérez-Nievas escribió en 2007 un libro
magnífico sobre su vida, “Julia Álvarez Resano. Memoria de una socialista
navarra (1903-1948)”, una biografía tan excepcional como la que la misma editorial
Pamiela dedicó a otros grandes republicanos navarros olvidados, como Jesús
Monzón, Rufino García Larrache o Ramón Bengaray. Gente que hoy no es ni polvo
en una tierra que todavía mantiene en Pamplona plazas con títulos de los
ministros de Justicia que más sentencias de muerte firmaron en la dictadura
militar de Francisco Franco.
“Mi madre fue a México a visitar el cementerio de Julia. La
tumba estaba en condiciones lamentables. Murió con solo 44 años. Antes de irse
de Francia la detuvieron los alemanes y la llevaron a un campo del que salió
cuando terminó la guerra mundial”, añade la sobrina de la primera diputada,
feminista adelantada y agitadora social que compartió mitin en la plaza de
toros de la Ventas con la mítica Dolores Ibárruri, la “Pasionaria”.
“No sabía que hubiera un libro dedicado a mi tía”, dice con acento gabacho María Egea. “Mándame alguno para mi y mis hijos”, pide con voz dulce quien halló la huella de Julia gracias a Internet y al rastro de otro exiliado, esta vez de Olite, que terminó sus días en Santiago de Chile, el también primer teniente de alcalde socialista Tomás Chivite Fernández. La historia de Chivite y cómo la abogada Álvarez consiguió sacarlo de la cárcel de Tafalla fue el hilo que le condujo a saber más de su tía... (Ver más). Lo mismo que a Freddy Chivite, hijo del exiliado olitense que salió del campo de concentración de Gurs gracias a un barco que fletó lleno de refugiados el cónsul honorario de Chile en Francia, un diplomático y poeta que se llamó Pablo Neruda, y que hoy desde la capital Santiago sigue la actualidad navarra con la intensidad que hace ochenta años vivieron sus ancestros.
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