He aquí
cómo lo refirió el padre Moret, cronista del reino de Navarra: “Entre los
muchos y nobles edificios que en esta acerba calamidad cayeron por tierra,
causó gran lástima el convento de San Francisco de Olite, a quien, por fuerte situación y de fábrica,
no le valió sagrado, ni se tuvo respeto a su ancianidad, ni a la piedad con la
que era frecuentado y reverenciado de los fieles como uno de los santuarios más
insignes de Navarra. Más tarde fue restaurado con la colaboración de los
vecinos de Olite”.
Los agresores
huyeron a la iglesia de San Francisco y de allí a la de San Antón. Mandaron
prender a los culpables. Pero los guardianes del convento, muy celosos de sus
dignidad, exigieron al licenciado que restituyera a los detenidos a la Iglesia
por, según los fueros navarros, encontrarse dentro de jurisdicción eclesial y
que eran ellos, por tanto, la autoridad en el templo. El tozudo alguacil se
negó a devolver a los detenidos y, entonces, los vicarios de la villa le
excomulgaron. También cerraron las puertas de las iglesias cada vez que
intentaba acudir a ellas.
Los
archivos cuentan que los soldados castellanos siguieron acampando en Olite y
que el pueblo no olvidó que habían desmochado las murallas y el convento para
anexionar Navarra. En 1601 se repitió otro escándalo brutal. Un beneficiado de
las parroquias de Olite, con su hermano y otros secuaces, dieron muerte al
alférez Montaños, ayudante del virrey. Le engañaron con una carta falsa en la que
le invitaban a acudir de noche a la casa de una moza del pueblo. El asunto
terminó mal. El hermano del clérigo fue sentenciado a muerte y el beneficiado
Pedro de Solchaga huyó a Aragón mientras se ordenó arrasar sus bienes. Después
marchó a Roma, donde tuvo un monitorio favorable del Papa. Volvió al reino y
estuvo en casa del abad de Benegorría, a quien el fiscal acusó de encubridor.
Pidió para él la pena de muerte. Finalmente, enfermo y fatigado, don Pedro se
presentó al Previsor y el acusado fue condonado con cierta benignidad. Murió
poco después.
Se podría
escribir todo un libro con los legajos que tratan de las tropas que han pasado
por Olite. Por la relevancia geográfica del Camino Real que discurre de norte
a sur, Olite con su castillo se halla en
el corazón de Navarra y ha sido paso y descanso de toda clase de tropas durante
siglos. La última fue en 1946. Hacía siete años que había terminado la guerra
civil y los soldados que estuvieron destacados pertenecía al, también
castellano, segundo grupo del regimiento de artillería número 26 de Valladolid.
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