Fachada del Nuevo Casino |
Por Ángel Jiménez
Biurrun
Si revisamos la historia de las fiestas patronales de Olite en
las últimas décadas observamos que la sociedad ha registrado una transformación
vertiginosa. Los documentos de los archivos son siempre una buena fuente de
información. Sabemos por ellos que en 1625, hace casi cuatro siglos, las fiestas
se celebraban el día de san Pedro, patrón de la villa, que luego fue ciudad.
Aquel año,
como era costumbre, los regidores contrataron una compañía de teatro para hacer
comedias durante tres días. Llegaba en carro desde Peralta. El compromiso municipal
también incluía darles posada y comida. Ese año, además, se compraron tres
toretes para correrlos por la calles.
Los tiempos
evolucionaron. Se celebraron corridas de novillos el día del patrón. Tomaron
más fuerza a partir de 1850, cuando las fiestas se trasladaron al día 14 de
septiembre, fecha de la Exaltación de la Santa Cruz. La mayoría del pueblo pertenecía
a la cofradía de la Vera Cruz, que ya tenía tradición de celebrar la jornada
con novillos. Su reglamento guardaba una cláusula que mandaba que el presidente
fuera el Alcalde del pueblo así que, desde ese año, dejaron de contratar
comedias y fue el pueblo el protagonista de la fiesta.
En el siglo
XX ocurrió otra trasformación importante. En la época había dos sociedades, una
de tendencia carlista y otra liberal que influían en el desarrollo de las
fiestas. Los liberales eran los ricos del pueblo. El casino se les había
quedado pequeño y en la Plaza construyeron un gran edificio. Colocaron un
letrero que decía: Casino Nuevo. Allí celebraban sus fiestas de sociedad, con
música que salían de un gramófono. También había un valioso piano y en fiestas
traían músicos de prestigio para que tocaran.
Los carlistas,
que eran mayoría, tenían la sede en el Círculo Católico de Obreros, al amparo
de las obras sociales de D. Victoriano Flamarique, en un local situado en el
Camino Real. De esta sociedad nació la cuadrilla de los “Gilitos”, la más
popular en la historia de las fiestas de Olite. Perduró más de tres décadas y
todos los años entraban jóvenes que cubrían vacantes de los mayores.
En Olite
siembre ha habido cuadrillas de vocación taurina. En aquella época los festejos
bufos los hacían los “Gilitos”. En 1920 prepararon la primera charlotada con
toda clase de trucos y simulacros, varios de su propia invención. De Charlot
hizo Eduardo Elcid, el “Chato”. Le acompañaban Llapisera, Marcelino Landívar,
“Morico”; Botones o Daniel García, el “Chalao”.
Paisanos en un a capea de 1921 |
Cuando
terminó la guerra civil que estalló en 1936, las fiestas, en parte, tomaron
otro rumbo por la influencia que imprimieron los triunfadores del conflicto. Las
cuadrillas de antes desaparecieron y se formaron otras nuevas. El balcón de la
vieja Casa Consistorial estaba ahora presidido con ediles de boina roja y el
Ayuntamiento solo obsequiaba la carne del novillo que se lidiaba a los
voluntarios que habían salido con el bando vencedor.
La clase
social más alta, el clero y parte de la sociedad caminaban hermanados bajo el
manto de la religión. Del grupo de Acción Católica nació la cuadrilla del
“Trueno”, la más popular de la época. El nombre que a primera vista parecía de
jóvenes tarambanas acogía todo lo contrario. Las normas morales eran rígidas. Recomendaban
moderación con el vino, respeto a la novia (que no podía ir a los encierros),
no había que ponerle la mano en el hombro ni bailar agarrado.
Con música
de Andrés Fernández y letra de Luis Andueza, los del “Trueno” cantaban:
“Alegría sana es nuestra divisa, pues jóvenes somos hemos de tener el cuerpo y
el alma en franca armonía bailando y cantando hasta enronquecer. Somos los del
Papa, somos los del Trueno, como su buen humor”.
La
acostumbrada diana del primer día de fiestas siguió, pero con los años el resto
de la semana iba semivacía. Solo acompañaban a los músicos algunos
“cantamañanas”. En estas dianas sin casi gente se hizo popular un vecino
alpargatero al que apodaban “Lombricina” porque era pequeño y delgado.
Acostumbraba a bailar la diana el último día y cuando acababa solía cantar:
“Pobre de mí, pobre de mí, se ha acabado las fiestas igual me da morir”. Y a
los tres días se murió.
En 1975,
año internacional de la Mujer, el segundo y semidesierto día de las dianas de
fiestas fue rescatado por ellas, que supieron hacerla suya, darle ambiente y
colorido hasta hoy.
Los tiempos
cambian y hemos pasado de una vida agraria y rural a otra industrial. Han
desaparecido costumbres y modos de vida que parecían muy enraizados. Otras han
cobrado fuerza, como el cohete que a las 12 horas del víspera anuncia la fiesta
o la concentración del riau-riau que acompaña al Ayuntamiento a las vísperas en
la iglesia de Santa María. También se han creado nuevos hábitos, como la
mencionada diana de las Mujeres, los calderetes populares, el día de la
Merindad, las fiestas del Niño, el día de los jubilados o la paellada en la
Plaza.
Las fiestas
de los pueblos siempre han generado alegría, regocijo y diversión. Han sido
quebranto de las normas de la vida cotidiana y Olite ha sido en su historia ejemplo
de ello.
La cuadrilla del Trueno de paseillo hacia la Plaza de Toros (1950) |
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