CALENDARIO REPUBLICANO
Fuentebella (Soria), verano de 1936
La familia de quien fue alcalde de Pitillas en 1936 quiere cerrar el círculo de una desaparición de la que en estas fechas se cumplen 73 años.
El socialista Antonio Cabrero Santamaría fue asesinado en los montes de Soria que mugan con Cornago (La Rioja) después de estar oculto en ellos más de un mes. La amistad con unos pastores que faenaban en Pitillas le llevó a refugiarse allí. Eran los primeros días del golpe de estado que acabó con la República y el terror y la delación se apoderaron de la población de la zona cercana a la localidad de San Pedro Manrique.
Ahora, en el paraje de Fuentebella, los nietos del alcalde han programado una última batida para hallar los cuerpos de Cabrero y de Valentín Llorente, maestro de Fitero que le acompañó en infortunio. Se encuentren o no la fosa, los descendientes del edil pitillés que lució “la vara de la libertad” están dispuestos a levantar un monolito que recuerde su memoria. En la comarca, un manto de silencio cayó durante años. Entrevista a entrevista con los paisanos, de puerta en puerta durante la última década, los tafalleses Ander Cabrero y Maite Zalakain han desentrañando prácticamente el misterio.
Los de Tafalla, municipio en el que viven ahora los descendientes del alcalde fusilado, han recorrido en los últimos tiempos distintas localidades de Soria, La Rioja y Navarra. Han intercambiado correos por Internet con personas de la zona, hoy prácticamente despoblada, que residen en Madrid o Barcelona. Han lanzado su mensaje de búsqueda en foros relacionados con la memoria histórica y se ha entrevistado con políticos, periodistas e historiadores. Nada, de momento. El lugar exacto del enterramiento sigue siendo un misterio, aunque cada vez se acota más la escarpada y abrupta zona en la que se supone duermen los cuerpos.
La búsqueda la comenzó la abuela, continuó el padre de Ander, Valentín Cabrero, hijo del alcalde que quiso recuperar el comunal de Pitillas para aliviar la precariedad económica de los campesinos más modestos. Un hombre, Valentín, que antes del comienzo de la Transición fue concejal de Tafalla, y uno de los primeros parlamentarios forales navarros. Ander y Maite son los que han seguido los últimos años la estela de una familia a la que le falta que encaje la pieza más importante de su puzzle particular. A falta de unos restos, el monolito en los montes de La Sierra de La Alcarama aliviaría bastante el sufrimiento de dos generaciones. De tres con el pequeño Omar, bisnieto del Cabrero desaparecido.
Este es un reconocimiento a ellos y a las ideas qué representaron, la difusión de lo sucedido era una deuda pendiente con ellos y con todos los asesinados por las cunetas y barrancos del Estado. Todo este esfuerzo de titanes, Ander y Maite lo han plasmado en un cuaderno que llena cerca de 200 emocionantes hojas, que son la historia de su abuelo pero también la de Pitillas.
Ander recuerda que “durante años tratamos de obtener alguna información, pero casi siempre nos encontramos con un gran silencio. Maite, mi compañera, y yo, nos pusimos las pilas y en el año 2000 retomamos el asunto. Fuimos repasando los pocos datos que teníamos y comenzamos a investigar. No sabíamos ni por donde empezar, pero empezamos”.
Para organizarse, escribieron dato a dato todo lo referido a la búsqueda del abuelo. “En principio era para guiarnos, para saber quién era quién, para localizar y conocer los pueblos abandonados cercanos a San Pedro Manrique. Nos acercamos a la sierra sin ni tan siquiera saber su nombre. Tejimos una tela de araña apoyándonos en las personas que fuimos encontrando. Entablamos contactos que nos fueron llevando, despacio, unos a otros”.
Sin conocimientos de internet y sin ADSL, rastrearon por la red todo lo referente a los pueblos de la zona. Con muchas horas de trabajo, con el apoyo de los padres, amigos y algunas carambolas, reconstruyeron los últimos años de vida del alcalde y, sobre todo, los cuarenta días previos al asesinato. “El trabajo fue engordando hasta el punto de que para nosotros es una gran joya y nos vemos obligados a compartirlo, a difundirlo, para plasmar allá donde podamos la memoria del abuelo y del maestro de Fitero”, señala Ander.
Desde cavar prácticamente con las manos en el supuesto lugar del fusilamiento, hasta conseguir, por fin, entrevistarse con una mujer que les llevaba comida a los dos republicanos ocultos en un corral, muchos fueron los hilos que los tafalleses tuvieron que mover para hilvanar una historia terrible con un final fundido en negro.
Todo comenzó el 20 de julio de 1936, cuando un grupo de fascistas y algunos guardias civiles de Olite asaltaron el Ayuntamiento de Pitillas. El alcalde consiguió huir. “Sabemos que el abuelo se dirigió en busca de sus amigos Cirilo y Fabián Delgado, pastores a los que encontró en el borreguil de Acrijos y que conocía de cuando en años anteriores estos permanecían los inviernos con las ovejas en corrales próximos a Pitillas”, explica Ander.
Con estos y otros paisanos pasó el alcalde más de un mes, pernoctando en el corral Los Hoyuelos de Acrijos, donde les dejaban, a escondidas, comida y mantas. Al refugio también llegó Valentín Llorente “Valdemadera”, nacido en Igea y maestro en Fitero, que andaba huido por los alrededores. Tanto la localidad de Acrijos como Fuentebella, padecieron la varias visitas de los golpistas que, casa por casa, intimidaban a los vecinos. Ante esta situación de inseguridad, Cabrero y el maestro, con la intención de no comprometer a sus protectores, decidieron adentrarse en los montes, donde pasaron sus últimos diez días de sus vidas todavía asistidos por pastores que acudían a llevarles noticias y provisiones.
“Ante el rumor de que se escondían cerca, el alcalde de Fuentebella Lorenzo López, “El Lobo” fue a San Pedro Manrique e informó de que estaban en los alrededores. Juntó a otras cinco personas y salieron a buscarlos. Es probable que obligaran, al menos a un pastor de los que conocían el refugio, para que los condujera al corral de La Era de Alonso donde pernoctaban. Utilizaron a esta persona, dispararon un tiro al aire para que salieran y poder cogerlos”, precisa Ander tras llevar una década investigando los últimos pasos de su abuelo.
Les ataron las manos a una cuerda y les trasladaron barranco abajo hasta el termino de Moscares, Tras meterles durante un rato en el chozo (caseta pequeña) de una huerta, les sacaron y les asesinaron, primero a el abuelo y después al maestro. Parece que los enterraron allí mismo, junto a la linde de la huerta, aunque también nos dicen, que lo hubieran hecho al pie de un barranco, donde alguien, al tiempo, colocó una cruz con dos maderitas, que otros quitaban. “Hay otra versión que señala que estaban sentados sobre unas piedras cuando les dispararon. Pero todo apunta a la misma zona”, dice el nieto.
Por Fuentebella y Acrijos corrió la noticia de lo sucedido y se rumoreó el nombre de los pistoleros. Se enfrentaron posiciones y sentimientos. En estos pueblos, con apenas 25 habitantes, todos eran familia. En el desolado paraje soriano no había nadie más para juzgar los actos salvo las conciencias de sus vecinos. Es probable que casi todos, familiares entre sí, se vieran de alguna forma comprometidos a guardar silencio.
El primer mandatario de Fuentebella, como prueba que había ejecutado la orden, presentó a la autoridad golpista la cedula de identidad de Cabrero, un cinturón y un reloj chapado en oro. “El cinturón y la cedula se lo dieron después al pitillés Pablo Urzain, hermano de mi abuela, cuando se personó en el ayuntamiento de Manrique a interesarse por lo sucedido. A Pablo Urzain no le dieron más información.
Por las indagaciones hechas, los nietos creen que los habitantes de Fuentebella vivieron con esta mancha de por vida, obligados de alguna manera a encubrir y mantener en silencio tanto los asesinatos como los nombres de los ejecutores e incluso la identidad de quienes les habrían ayudado.
“El Acalde de Fuentebella, junto a cinco cazadores del pueblo, salieron en su busca y les asesinaron con los disparos de dos de ellos. Sobre esto todavía hay un manto de silencio que se extiende hasta nuestros días, impidiendo localizar el sitio exacto donde les enterraron y recuperar, al fin, los restos. Y en esto estamos”.
La viuda del alcalde de Pitillas y sus hijos vivieron siempre con la tristeza de no saber el paradero de su padre. La abuela Juliana hace años que murió. Sus cuatro hijos quedaron separados del núcleo familiar, y así han permanecido hasta nuestros días, unos en Tafalla y otros en Francia. “Lo pasaron mal, fueron recluidos en los campos de refugiados preparados en Francia para el éxodo republicano. El bisabuelo Antonio a su regreso sufrió dos años de cárcel en Barbastro. Todos viviendo con la desesperanza de no tener noticia alguna, siempre pensando e interesándose por lo sucedido y con ganas de un día recuperarlo. Creo que se lo merecen y por eso necesitamos cerrar este largo capitulo de nuestra historia, regresando sus restos para que de verdad el abuelo que no nos dejaron tener pueda descansar en pitillas, junto a sus compañeros de una vez por todas”, añade Ander.
El nieto insiste en que “nosotros continuamos en nuestra búsqueda. Creo que hemos localizado ya a todos los descendientes de Fuentebella. Todos apuntan a un mismo lugar, pero es difícil concretar el sitio exacto de la fosa. Nos dicen que ya sabemos todo lo sucedido, y que parece que no queda nadie que pueda revelar algo más concreto. Visto lo visto, queremos intentar que se pase un geo-radar por la zona, pero parece que es complicado acceder a estos aparatos”.
“Queremos agradecer a todas esas personas que nos han prestado su ayuda, a quienes nos aportaron testimonios, a quienes nos abrieron las puertas de sus casas y nos ofrecieron de su comida a todos aquellos que no dudaron en bajar a cavar y a los que nos prestaron los todo terreno para acceder a la sierra”.
“Hemos llegado a un punto en el cual, por nosotros mismos, no avanzamos más. Continuamos buscando testimonios, pero los datos se repiten. Estamos barajando como poner en marcha el tema del monolito. Mi padre y sus hermanos rondan los 80 años y a nosotros nos gustaría que lo vieran realizado y que por fin tengan un sitio donde situar a su padre”.
La idea del monolito va para adelante. La asociación Soriana Recuerdo y Dignidad y Represión Rioja 1936, están trabajando en el tema. Tendrá una placa de bronce en recuerdo de los hechos. Lucirá los nombres y las fotos del alcalde de Pitillas y el maestro de Fitero. Y portará, también, la jota que un día de Santo Domingo cantaron hace setenta años a un alcalde que no tiene tumba:
“La vara de la libertad, la lleva quien la merece.
La lleva Antonio Cabrero, y en sus manos resplandece”.
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