jueves, 6 de septiembre de 2012

MARTÍNEZ BUJANDA, UN SECRETARIO PARA "LA PEPA"


Por Luis Miguel Escudero

Hay momentos en la historia que los hombres andan sobre las aguas. Todos los caminos cruzan inciertos y adivinar el bueno es tarea de magos. En uno de esos tiempos borrosos, el olitense José Martínez Bujanda (en ocasiones lo escribe Martínez de Bujanda) fue el escribano fiel de la Diputación de Navarra, el secretario encargado de dar fe de los acuerdos que se aplicaban conforme a la nueva Constitución de Cádiz de 1812, de “La Pepa” que cumple ahora doscientos años.

         El de Olite cargó con una tarea pesada en una Navarra todavía ocupada por los franceses de Napoleón y que una vez liberada mostró un rostro refractario a la suspensión de unos derechos forales con los que hacía tabla rasa la centralista carta gaditana.

         Gracias a un pleito de hidalguía que se conserva en Valladolid, sabemos que José Martínez Bujanda nació un 15 de diciembre de 1721 y que se casó con la también olitense Ramona Armendáriz Solano. El apellido aparece ligado a una saga de plateros navarros diseminada por varias localidades y hasta ayer a algunos de sus vástagos se les recordaba en la ciudad como populares juerguistas o, por ejemplo, respetables transportistas.

         Josef (José) Martínez Bujanda solicitó en septiembre de 1813 el puesto de secretario de la Diputación, el más alto órgano de gobierno navarro, y gracias a ello conocemos los “méritos y servicios” que alcanzó como militar en la Francesada. En el “Memorial de sus andanzas durante la Guerra de la Independencia”, que guarda el Archivo General de Navarra y ha recogido en su blog Rafael Carasatorre, se aprecia que recorrió durante cinco años “gran parte de la Península en comisiones y destinos temporales los más peligrosos y complicados”.

         El olitense sirvió a generales y estuvo a las órdenes de varias Juntas territoriales que se levantaron contra Napoleón lo que le acarreó no pocos problemas, también económicos, “habiendo llegado el caso de apurar todos mis recursos”, según explica al responsable de la Diputación al que pide el puesto, el “Xefe Político de este Reyno” que entonces era el liberal corellano Miguel Escudero Ramírez de Arellano.

         En su relato, Martínez Bujanda abunda que durante la guerra peleó con desinterés, que nunca reclamó ni empleo ni nada a cambio, pero que ahora que, salvo Pamplona, gran parte de Navarra estaba liberada se encuentra con que ha “gastado quanto tenía”. Endeudado “por seguir con tesón mis ideas de servir gratuitamente me veo en circunstancias bastante apuradas para subsistir y sin ninguna colocación”.

            Llegado a este punto desgrana su curriculum. Destaca como fue secretario de ministro de Marina y que el 2 de mayo de 1808 estaba en Madrid cuando el levantamiento contra los franceses. Recalca que “entre bayonetas y cañones del enemigo” salió hacia Zaragoza en la misión “más ardua y peligrosa” encargada por los rebeldes. Tan fue así, que a su regreso a la capital española, los gabachos intentaron encarcelarle. “La Junta Criminal creada en Madrid por el intruso Josef (Bonaparte) despachó requisitoria para prenderme”, lo que forzó al paisano a refugiarse en Galicia.

         Después sirvió de “secretario e intérprete” de varios generales del ejército sublevado. En tareas de desalojo del francés, volvió a Castilla y sufrió “persecución e infortunios” en el enfrentamiento contra el enemigo. Cuenta, por ejemplo, cómo fue rodeado por 250 “westfalianos” a caballo y salvó la vida “por una especie de prodigio después de hallarme cortado a tiro de pistola”.

         Reitera que todos estos servicios y “correrías” los hizo a sus expensas, sin gravar al erario público, “por haberme propuesto desde un principio sacrificar mi sosiego e intereses en obsequio de la Patria...”. José Martínez Bujanda informa que sus méritos podían ser avalados por Francisco de Paula Escudero, único representante navarro en la Cortes de Cádiz y hermano del responsable de la Diputación al que dirige la petición del puesto.

         También apunta como referentes de su curriculum al conde de Ezpeleta y al fiscal del Consejo Felipe Gil de Taboada, que estaban presos de los franceses, así como a otros oficiales del ejército con los que peleó, y que respaldarían al olitense para la Secretaría de una Diputación que comenzaba a funcionar con arreglo a la nueva carta magna.

         El 14 de octubre de 1813, con Miguel Escudero con cargo de Presidente y con la guarnición gala de Pamplona a punto de rendirse después de cuatro meses de asedio, José Martínez Bujanda fue finalmente nombrado secretario provisional de la Diputación Provincial, en la nueva nomenclatura que emanaba de Cádiz y que enterraba a la anterior Diputación del Reyno, según ha estudiado Mercedes Galán en “Navarra ante el nuevo fenómeno constitucional: El gobierno del último reino peninsular entre 1808 y 1814”.

         El contexto político de aquella Navarra en la que el de Olite era uno de sus cargos más relevantes resultaba bien complicado. La Constitución de 1812 se había aprobado cuando los navarros todavía estaban sometidos a Bonaparte. El único diputado presente en la asamblea gaditana, el oficial de Marina Francisco de Paula Escudero, fue en calidad de suplente. Además, había sido elegido por la exigua colonia navarra residente en Cádiz y su actividad pasó desapercibida, según el profesor de la Universidad de Zaragoza Fernando Mikelarena.

         La nueva carta, liberal y centralista, terminaba con la tradición foral navarra e incluso imposibilitaba la convocatoria de las Cortes del viejo reino porque su competencia legislativa era ahora exclusiva del Estado. “La Pepa” uniformizaba la nueva organización territorial y, en consecuencia, consideraba a Navarra como una provincia más.

         El regreso del rey Fernando VII supuso la reimplantación del régimen anterior a Cádiz y la erradicación de las innovaciones introducidas por las cortes gaditanas. Una vuelta atrás con importantes repercusiones en Navarra, que en 1814 recuperó la foralidad, restableció la antigua Diputación del Reyno y devolvió a sus puestos a los mandatarios nombrados antes de la guerra, precisamente en las Cortes de 1801 que se habían reunido en Olite.
        
         

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