Cuando el periodista Fermín Pérez-Nievas
quiso ilustrar la única biografía que hay escrita sobre nuestra protagonista
(“Julia Álvarez Resano. Memoria de una socialista navarra. Villafranca
1903-México 1948”. Pamiela 2008) acudió al centro documental de la guerra civil
que está en Salamanca y pensó hallar solo unos folios sobre su figura. Craso
error. Pérez-Nievas tuvo que sumergirse en nada más y nada menos que once cajas
de papeles que daban cuenta del rastro de una mujer que en 1936 se codeaba en
mítines con la mítica Pasionaria.
Precisamente una Julia Álvarez puño en
alto en un acto electoral que rebosó la madrileña plaza de toros de las Ventas
es una de las pocas imágenes que el escritor halló para adornar un libro con
una protagonista tachada de la historia oficial, pero no de corazones de
decenas de personas que aportaban testimonios, aunque pocos documentos gráficos
de la época.
El paso de los años ha venido ahora a
llenar ese hueco y, prácticamente en pocos meses, el rostro afable y redondo de
Julia ha vuelto a nuestros tiempos. Como un puzzle de piezas que comienzan a
encajar casi al azar, la primera foto rescatada recientemente sitúa a la
protagonista en Tudela. La imagen estaba en manos de la familia de Juan Carlos
Goyeneche y descubre a la política en un mitin del 1º de Mayo de 1936
en el Teatro Cervantes de la capital ribera. Junto a Álvarez salen
militantes socialistas y republicanos, algunos asesinados y otros encarcelados
tras el alzamiento militar de Mola. Con Julia Álvarez en el centro, con abrigo
claro, se reconoce a José Almoguera, a Aquilino Ochoa, concejal luego fusilado;
a "Kizabe" apodo de un tal Toguero, que era camarero del Círculo
Mercantil o a Tutor.
Pero la mayor sorpresa sobre nuevas
imágenes de la primera diputada navarra llegó desde París y por Internet. El
rastro de un proceso contra el concejal socialista de Olite Tomás Chivite en el
que Julia ejerció en 1934 de abogada (Merindad nº 224) fue el detonante para
que una sobrina suya, María Egea Muñoz, tomara contacto en Navarra con gente
interesada en rehabilitar la figura de Álvarez.
La madre de María era hermana de
Amancio Muñoz de Zafra, también diputado socialista en la Cortes y con quien la
paisana se casó, así que la familia había guardado en su exilio parisino unas
inéditas fotografías de la pareja que en este reportaje ven la luz. En una de
ellas se observa a Julia y Amancio sentados frente a frente en un salón
elegantemente decorado y posiblemente de la época en la que ambos pisaban la
moqueta del Congreso de los diputados siempre unidos de la mano, motivo por el
que, según recogen las memorias de Manuel Azaña, comenzaron a ser conocidos como los “reyes católicos”
entre sus señorías.
En otras imágenes llegadas de Francia
y que ahora vemos por vez primera, la pareja pasea abrazada o se advierte a
Julia en una escalinata, como saliendo de una de esas escuelas que a ella tanto
le gustaban. En otra aparece Amancio con el birrete de abogado que logró
después de ser sastre y alcalde de Cartagena. Entre los recuerdos salvados
también hay un recorte del diario “Voz” del 26 de febrero de 1936, con una foto
y una entrevista de nuestra pareja. “Por primera vez se sentará un matrimonio
en los escaños del Congreso”, anuncia el diario en el que Julia cuanta su
llegada a Madrid después de ser candidata socialista por Navarra y Gipuzkoa y,
finalmente, conseguir el acta por Madrid en las elecciones que ganó el Frente
Popular.
Quien guardaba en París el álbum,
María Egea, relata hoy que “en casa oí hablar mucho de Julia. También tengo
correspondencia de la época de nuestro exilio. Cuando mi madre estuvo en México
fue a visitar su tumba, que estaba en un estado descuidado. ¡Pobre Julia!”, manifiesta quien con solo cinco años tuvo que
abandonar España tras la guerra, refugiarse en Orán, vivir penosamente en
Argelia y, por fin, rehizo su vida en Francia donde ejerció de maestra, como primero
habían hecho su madre y también su tía Julia en Villafranca.
“Tendrían que poner el nombre de Julia
a alguna escuela para que los niños supieran quién fue esta mujer tan significativa”,
añade María que, según recuerda, su tía fue encarcelada por los nazis hasta que
los aliados liberaron Francia y pudo, tras ser expulsada del PSOE, emigrar a México
para morir poco después con solo 44 años.
“Me gustaría contribuir a la rehabilitación de la
figura de mi tía. Julia fue una mujer muy inteligente, muy activa y muy
generosa. Se anticipó a su época. Como maestra quiso sacar a la juventud de
la ignorancia y a las mujeres de su condición de sometidas. En la década de los
treinta su forma de pensar y su compromiso social y político escandalizó. Para
mí, sin embargo, siempre fue una heroína”, finaliza la sobrina de una mujer singular
que ahora nos devuelve un poco el tiempo a través de sus redescubiertas
fotografías.
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