Por José Ramón Vergara Jiménez
Afortunadamente los integrantes del Ayuntamiento de Olite no
representan el sentir general de los ciudadanos respecto a los Franciscanos,
nuestros queridos frailicos.
El Ayuntamiento, en un alarde de hipocresía, les hace una
homenajeada despedida con placas de reconocimiento, etcétera. Una manera,
entiendo yo, de decirles “Que Dios os lo pague, hermanos”.
Entenderán ustedes mi cabreo para con el Ayuntamiento cuando
les diga que, junto con las palmaditas, va la intención de apropiarse de sus
bienes inmuebles si no pagan la deuda de varios cientos de millones en que les
metió, por mala gestión municipal unilateral, el propio Ayuntamiento en el
anterior mandato, y que el actual tampoco ha sabido solucionar. Probablemente a
estas alturas todo el mundo sepa o intuya que se trata de La Moraleja.
Estamos totalmente de acuerdo en que la zona de la huerta es
muy bonita para hacer un parque, pero que se les quite el terreno a los
frailicos y que encima se pretenda que paguen una millonada por la urbanización
es cuando menos una barbaridad sin precedentes.
Dice el refrán, y no le falta razón, que de buenos nacidos
es ser agradecidos. Señores ediles, hagan el favor de hacer caso a lo que todos
los grupos políticos, con representación electoral institucional, les han dicho
en el Parlamento: ustedes lo han hecho mal, han utilizado la ley de forma
perversa y sin contar con nadie, y son a quien corresponde solucionarlo en pro
de la justicia social, y yo añado en pro de una deuda de gratitud adquirida
como consecuencia de la dilatada labor social de nuestros frailicos que el
pueblo agradece y no olvida.
Ha habido señores historiadores que nos han contado muy bien
la trayectoria en sus ocho siglos de historia y servicio a nuestra ciudad en
los encuentros y homenajes celebrados en estos días de despedida, pero olvidan
seguir recopilando, profundizando y contando la dura realidad actual del siglo
XXI, digan cómo se les ha judicializado, se les ha estrangulado e hipotecado.
Alguno, creo yo que maliciosamente, tiene la costumbre de ignorarlo. Bien, pues
podríamos pensar que es un acto de sutil manipulación de la vida local. ¿Es
esto una nueva desamortización o un robo de guante blanco? Interesa tanto o más
la actualidad, porque nos afecta directamente, como la fundación del convento
en el siglo XIII. También es de destacar algún invitado sermoneador que, si no
quería meterse en profundidades al menos en sus alusiones bíblicas, podía haber
colocado alguna cuñita, ¡qué menos!, y habernos recordado que Jesús
dijo “Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.
Devolvedles lo suyo y no cambiarles la huerta por una ruina y un montón de
problemas que se les multiplicarán de forma geométrica al haberlos convertido
en arruinados constructores forzados. ¿Hasta dónde llega el paripé y donde
queda la verdad y la moral?
Quisiera que esta carta sirviera para comunicar a los
Franciscanos un sencillo pero emotivo adiós, sincero y agradecido de cuantos
olitenses os llevamos en el corazón.
Que Dios les bendiga.
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