Bendición del padre Vicente Urtado |
Por Ángel Jiménez Biurrun
En vida de san Francisco de Asís
se instaló el primer convento franciscano en Olite, cuyos mojes se llamaban, en
aquel lejano s.XIII, frailes “minores”. También sabemos que pasaron por grandes
vicisitudes en el s.XIX con la invasión napoleónica y las leyes
desamortizadoras del ministro Mendizábal. Sin embargo, pueden estar orgullosos
los frailes por haberse mantenido en
Olite hasta nuestros días. En este escrito pretendo dar unas pinceladas sobre
la estrecha relación que durante los últimos siglos han mantenido los
franciscanos con los olitenses.
Desde
1886 que se fundó la Hermandad de los Apóstoles, que acostumbraba a peregrinan
por la noche a Ujué, hasta nuestros días, el capellán de la cofradía fue
siempre un franciscano. Era también un fraile, al que el pueblo llamaba
“cuaresmero”, el encargado de dar los sermones en las dos parroquias. Se ve
claramente en las cuentas del Ayuntamiento de 1784 donde aporta “20 ducados por
la limosna del cuaresmero”.
Siempre
hubo una buena relación entre los franciscanos y el vecindario. Por ejemplo, en
1914, los padres Fr. Celso González y Javier Sánchez Llorente, este ultimo de
Olite, colaboran en la revista El Olitense, boletín de la obras sociales de
Victoriano Flamarique, y en los programas de fiestas de 1913 y 1920. El padre
Fr. Celso, poeta y escritor, publicó además en 1915 el primer libro sobre la
localidad, “Las postrimerías del castillo de Olite”. En estas fechas había en
el convento 21 frailes, 15 estudiantes
“coristas” y 12 legos. El mayor esplendor de la comunidad, sin embargo,
se alcanzó en 1963, cuando albergó 13 padres, 77 coristas, 13 hermanos y 8
donados.
Fray Juan Lizarraga |
En
el tiempo de la siega, los legos recorrían las eras con un carro tirado de
caballería. Pedían paja, trigo, cebada y
toda clase de grano. Fray Juan, muy conocido durante medio siglo, era el más
austero. Un lego popular fue Teodorico Fernández, que pasó toda su vida de
portero. Como ordenaba la regla de san Francisco, el atrio de la portería se
llenaba todas las jornadas de mendigos que acudían a pedir a los frailes
comida, la “folla”.
Olite,
un pueblo religioso, se mostró fiel a las actividades de los franciscanos.
Acudía en masa a la novena de la Purísima,
a la Tercera Orden de San Francisco,
a la Pía Unión de San Antonio, etc.
Los frailes destacaron también por estar en vanguardia de religiosidad y
cultura. Los coristas iban en bloque la procesión del Corpus de San Pedro y Santa María y, desde el siglo XIX, daban clases
a los que estudiaban para religiosos y, también, a particulares que querían
aumentar su cultura.
El
1933, tiempos difíciles, los franciscanos mantuvieron las nuevas escuela
católicas que costeó Justo Garrán y que estuvieron veinte años en activo. Los profesores
fueron el padres José Barea, Demetrio, el hermano Apolinar, Francisco Lecida,
Teófilo Calvo y Luis, todos bien considerados por los chavales. Después las
aulas se convirtieron en cine dominical
para jóvenes y, en estos mismos salones, el padre José Mª Ibarbia fundó el
Orfeón Olitense.
El padre Bernardo con los Apóstoles |
Hubo
una época en la que casi todo el pueblo cumplía en Pascua los preceptos
religiosos y el 80% del vecindario se acercaba
al convento a confesarse con los frailes. También hubo destacados
predicadores, como Julián Alustiza, conocido con el sobre nombre de “Paz y
bien”. El padre Justo fue un gran teólogo y el padre Vicente, un predicador muy
popular, a veces algo obsesionado con las modas. En tiempos de crisis
sacerdotales, el obispo de Pamplona se valió de los frailes para cubrir las
vacantes de coadjutores de las parroquias. El padre Bernardo fue destinado a
Santa María. También ejerció varios años de capellán de la Hermandad de los
Apóstoles. Por su parte, el padre Carmelo acabó en San Pedro. A estos frailes
les siguieron otros hasta el año 2013, cuando la crisis también llegó al
convento.
En
1837, con la desamortización de Mendizábal, los religiosos tuvieron que
marcharse a sus lugares de origen. Fr. Manuel Rodeles, hijo de Olite, volvió a
su pueblo y estuvo de coadjutor en San Pedro hasta 1853, en que falleció. Era
de familia acomodada y descendiente de Javier Ignacio Rodeles, alcalde fusilado
por los franceses. En su testamento de 1853 aparecen varias fincas, cuadros de
valor y una gran biblioteca de cuyos libros guardo un ejemplar. Al prohibir la
ley que se adquieran bienes, el franciscano fallecido escribió en su testamento
que dejaban “de cabezalero al párroco de San Pedro D. Pedro Suescun”, y pedía
que su funeral se hiciera “en el convento donde todavía residen unos frailes
mayores”.
Más
recientemente, ha habido frailes muy populares como Carlos Urbieta, quien
guardaba tan buen recuerdo de sus nueve años en la ciudad que todos los años
venía en agosto a la fiesta de la Virgen del Cólera e, incluso, llegó a dirigir
la aurora y a colaborar en 2003 en el programa de las fiestas patronales con un
artículo titulado “Olite, cuna de músicos”, donde aportó noticia inéditas.
Además, dejó huella Lucas Ariceta, gran historiador, al que el Ayuntamiento
colocó un pañuelo de honor por su libro sobre el Cólera. También dejó recuerdo José Mª Lete, último franciscanos
capellán de los Apóstoles.
Ayuntamiento de los años noventa rumbo a los Franciscanos |
Se
puede decir con orgullo que Olite también dio hijos a la comunidad franciscana.
En 1916 es nombrado guardián de convento el paisano Manuel Gorri. Otro ilustre
fue Leonardo María Jaime, que murió en Quito (Ecuador), donde pocos años antes
había fallecido el padre Piudo. El olitense Antonio Sesma también acabó
enterrado en Cuba. Igualmente nacidos en la localidad fueron Daniel Elcid, historiador,
y Ricardo Labarta, durante muchos años director de Editorial Aranzazu, etc...
Por
la devoción a la imagen de la Virgen Inmaculada que hay en el convento, en 1643
fue nombrada patrona de Olite y el Ayuntamiento se comprometió a desfilar a misa
mayor. Con motivo de la peste de cólera
de 1885 aumentó el fervor al librarse la ciudad de la epidemia, por lo que se
aprobó guardar fiesta mayor todos los 26 de agosto con la presencia del alcalde
y concejales en corporación hasta la eucaristía. Hay una tradición según la
cual, al final de esta misa, el Ayuntamiento confraterniza con los vecinos en
un aperitivo en el que participan los ediles, la banda de música, cantores de
la ceremonia y colaboradores. Es de muy de agradecer que, durante tantos siglos,
los cargos locales y el pueblo hayan colaborado en estas solemnidades del
convento de San Francisco. A pesar de la crisis religiosa contemporánea, Olite
conserva estas fiestas con la preocupación, interés y cariño del Ayuntamiento
que asiste al lado del pueblo, igual que en otras épocas en las que la nobleza,
el clero y el vecindario caminaban hermanados bajo una misma religiosidad.
Joxe Mª Lete, capellán de los Apóstoles a su regreso de Ujué |
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