Queridos jóvenes (y jovenas que diría alguno): Lo primero que habéis de saber es que nada es lo que parece en este pueblo con castillo retocado a cuyas torres se encaraman alcaldesas belgas para echar un kiki y del que ahora algunos, los de siempre y sus reencarnados, le quieren capar el apellido euskaro.
Y es que la confusión aumenta en estas fechas de fiestas de exaltación católica de la cruz y laica de la amistad que siguen al abuso del morapio y otras sustancias peor consideradas que el estramonio que abunda entre los zarzales de la fuente de El Chorrón.
Antes, pues, de que os trague el torbellino que empieza en Olite/Erriberri el mediodía del 13 de septiembre, ya lo decían los viejos, habéis de conocer de dónde venimos para saber a dónde solemos llegar, o sea al resacón con que rechina el cerebro dentro de una cabeza hueca que se despierta el día 20 en la calleja del Txipi.
Y como de origen hablamos, hay algo de los años mozos de vuestros padres que debéis tener presente. Sí, sí, de esa gente tan circunspecta que pacta horarios de vuelta a casa y reparte soldada con pacatería. Que fueron mozos y mozas hace más de veinte años en una época en la que por no haber no había ni móvil ni internet, un agujero negro en que nadie podía actualizar el Facebook ni agregarse al Twitter.
Personajes extraños, al fin de al cabo, que lo más parecido a una consola de juegos que vieron fueron las maquinicas de bolas, Pin ball para los finos, que había en el bar Orly y que funcionaban con un duro. Qué se puede esperar de esta gente que no ha tenido en las manos ni una Wii ni una Play, que piensa que Google es una marca de ruedas que venden en Eleclerc.
Cómo entenderse con estos individuos que lo primero que compraban en Fiestas era una lata de olivas de cinco kilos con el fin de atraer a las muetas al baile de un pipote oscuro del que colgaban bombillas de colores. Que viajaban a Tafalla a dedo para adquirir en Ruberte patxaran, pipermín y cuarenta y tres de garrafón, para llenar así la nevera de una bajera en la que sonaba un comediscos. Qué tipos tan raros.
Gente extraña que, como podéis observar queridos jóvenes del siglo XXI, en vez de bajarse música de la Red tenía vinilos, LPs, y rebobinaba la TDK con el boli y le ponía un celo para grabar encima la música que llegaba de Radio Calahorra.
Unos tipos que se habían criado si saber lo que era un yogur, que pensaban que este lácteo era algo de ricos y que te lo daban solo si estabas enfermo, y que decían palabros tan raros como “debuten”, “chachi”, “okey Mackey” y estaban todo el día “al loro” tirados en la acera del bar Las Tejas.
Eran, a fin de cuentas, marcianos de otra galaxia que con veinte duros llamaban a la novia por un teléfono atado a una cabina que había en la Plaza, les tocaba hacer la mili en Ceuta, cogían pelis del videoclub y los más progres hasta llevaban “mariconera”.
Gente rancia, en definitiva, a la que nunca agregaríais a vuestro Facebook si no es porque os carga el móvil por el morro, suelta la paga a tiempo y, por qué no, da cierta lástima afectuosa también en Fiestas.
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