viernes, 9 de noviembre de 2012

RECETAS QUE FUNCIONARON HACE UN SIGLO EN OLITE


Por Luis Miguel Escudero

Las crisis económicas no se inventaron ayer y, por ejemplo, hace cien años los barcos que zarpaban de Bilbao rebosaban paisanos dispuestos a buscarse la vida en Argentina. Hacía poco que la plaga de la filoxera había diezmado las viñas en la Merindad. La gente sin sustento estaba abocada a emigrar para vivir con dignidad. Justo en ese momento, algo similar a lo que ocurre hoy, los que indagaban respuestas miraron a Europa. Copiaron el sistema cooperativo alemán (Raiffúsen) y algunos lo trasplantaron con éxito. El director de la Bodega Cooperativa Olitense, Victoriano Flamarique, intervino en 1912, hace ahora justo un siglo, en un congreso internacional de viticultura que organizó la Diputación de Navarra y como ponente en este foro reveló las claves que entonces frenaron la crisis e hicieron prosperar la economía local.

         La esencia del pensamiento clarividente de Flamarique quedó recogida en la intervención que hizo en este simposio que se celebró en el mes de julio en Pamplona dentro de un  programa más amplio que tenía como excusa el VII aniversario de la batalla de las Navas de Tolosa.

         En el comité de honor figuraban las más altas autoridades del Estado, representantes de prácticamente todas provincias y expertos, sobre todo, de Francia e Italia. El día 11, en la primera sesión tras la inauguración, intervino nuestro protagonista para explicar al auditorio el sistema de “Cooperativas para la venta de vinos; su organización y funcionamiento. Relación de las existentes en España”.

         El rector de la primera bodega cooperativa abierta en Navarra, el beirense y también cura de Santa María de Olite, Victoriano Flamarique, expuso a los expertos cómo él y otros pioneros se habían inspirado en las cooperativas que funcionaban en el valle alemán del Ahr desde 1868 y que, sustentadas por bancos locales, se habían agrupado en federaciones regionales y extendido con éxito empresarial más allá del Rhin. Italia, a partir de 1890, desarrolló también este modelo.

         Flamarique, en un lenguaje moderno e inteligente, habló de cómo en 1904 reprodujo en Olite el modelo de caja rural germana “raiffeisseriana”, con el que luego financió la bodega. El aventajado director opinó abiertamente que la cooperación era en este momento necesaria porque el liberalismo económico había dejado “a los obreros abandonados a su propia debilidad y a merced de un capitalismo absorbente y sin entrañas”, que veía en ellos una “pieza” más de sus fábricas, “un aparato que se utilizaba mientras podía funcionar” y se desechaba cuando era inútil.

         Frente a esta idea, el gerente olitense defendió el sistema cooperativo como “el factor económico más importante” de la segunda década del siglo XX y lo definió como una unión voluntaria de intereses particulares para llevar a cabo una empresa con el fin de que los socios lograran ventajas que aislados no alcanzarían nunca. A mayor abundamiento, precisó sobre el cooperativismo que “lejos de crear un abismo entre las clases sociales, las va aproximando más y más”.

         El ponente conocía bien el territorio y su paisanaje, así que entre las dificultades que había que salvar para consolidar el proyecto resaltó como primera “la falta de espíritu de asociación existente entre los labradores” y la creencia arraigada de que los productos de cada uno eran mejores que los del vecino.

         Sin embargo, avanzó que estas y otras trabas serían vencidas “a medida que aumente la cultura y la educación social de los trabajadores”, ya que “la experiencia va enseñando a los socios la necesidad de esta disciplina para el éxito de la obra, y la abrazan por su propio interés”.

         Flamarique no se conformaba con crear una bodega meramente productiva. Además, apostaba por modernizar los canales de venta del vino. El ponente aventuraba que había que conocer mejor los mercados, “insinuar necesidades a los consumidores” y abundar en unas “dotes comerciales que escasean entre la gente agricultora”. También propugnaba una “venta cooperativa”, con la creación de tiendas propias, la contratación de “comisionistas inteligentes”, el lanzamiento de “anuncios discretos e ingeniosos” o la organización de exposiciones.

         “En los principios, toda cooperativa ha de procurarse clientela y aumento de consumidores por la disminución del precio con la supresión de intermediarios... El comerciante paga barato al productor y vende caro al consumidor. La Cooperativa vendiendo más barato al consumidor puede obtener mayores ventajas para el productor”.

         El director de la bodega también expuso el caso concreto de los avances ensayados en Olite. Explicó que antes de constituir formalmente la cooperativa, envió una invitación a todos los socios de la Caja Rural olitense para que se sumaran al proyecto. De 350, únicamente 70 dieron el paso de aportar uva para una primera cosecha.

         “El resultado no puso ser más satisfactorio”, señaló Flamarique ante el Congreso. “Abonamos la carga de uva a 22 pesetas, siendo su precio en la época de vendimia de 13 a 14 pesetas”. Al año siguiente, la Diputación facilitó un bodeguero y en poco tiempo el número de cooperativista se multiplicó porque, como solía decir Flamarique a los suyos, “los que abandonan los caminos trillados de la rutina tienen títulos más que sobrados para ser considerados”.

         Además de la bodega, la obra social capitaneada por Flamarique en Olite sirvió para crear una fábrica harinera, una empresa de suministro eléctrico, una exportadora de vino a Cuba o una sociedad que agrupó labradores de distintos pueblos para la compra en común de abonos fertilizantes. 


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