miércoles, 9 de enero de 2013

DOS HISTORIAS INDISOLUBLES

Por Fernando Hualde,
en Diario de Noticias

El domingo fue 6 de enero, festividad de la Epifanía, o de los Reyes Magos. Esa pasada noche fue mágica, muy especialmente para los niños, para los de hoy, para los de ayer, para los de hace siglos. Es noche de tradiciones, y a la vez repleta de ilusiones. Fue noche de regalos; todavía en muchas localidades de Navarra el día 5 se echó el reinau, o se salió con los cencerros a meter ruido para así poder guiar a los Reyes Magos hasta su destino. Se hizo la noche de Reyes, y así se viene haciendo desde hace siglos.

En este mismo marco festivo, nada menos que allá por el siglo XIII, hubo un rey de Navarra que introdujo una curiosa costumbre, cargada de humanidad. Aquel rey, Teobaldo I, de la Casa de Champaña, que reinó entre 1234 y 1253, nos trajo del otro lado de los Pirineos una bonita tradición, una tradición que estaba centrada en favorecer a los niños más desfavorecidos. Teobaldo I reunió en su palacio, en Olite, a aquellos niños que carecían de recursos y les agasajaba con una suculenta y generosa merienda. Al final de la misma sacaban un rosco grande que en su interior llevaba oculta un haba, y aquel a quien le tocase esta diminuta pieza, además de verse premiado con dineros y con no pocas cargas de trigo que aliviaban sus necesidades y las de toda su familia, recibía en la corte en aquel día 6 de enero los honores de rey. Era el Rey de la Faba.

Esto nacía en tiempos de Teobaldo I, concretamente en el palacio de Olite, lo que hoy es el Parador Nacional. Y a partir de entonces se convirtió en una tradición mantenida por otros reyes y otras dinastías, en Olite y en otras localidades, hasta que unos siglos después se fue apagando; dejó de ser cosa de reyes para pasar a ser una fiesta popular, y finalmente pasó de celebrarse en las calles, a celebrarse en el interior de los hogares, en donde todavía hoy se mantiene, desconociendo la mayoría sus orígenes.

Al margen de esta curiosa tradición, nos encontramos en Navarra con otra costumbre todavía más añeja que la del haba, o faba. Era el ritual de coronación de nuestros reyes, que se hacía, previo juramento de los Fueros, ante los tres brazos del reino (infanzones, nobles y clero), alzando al monarca sobre el pavés (escudo) a los gritos unísonos de ¡real!, ¡real!, ¡real!. De aquella costumbre se han conservado en los archivos el ceremonial completo de la coronación en la Catedral de Pamplona del rey Carlos III el Noble, el mismo monarca que hizo construir, entre 1399 y 1414 el Palacio Real de Olite (actual castillo), y el mismo que en 1407 creó la merindad de Olite. Nuevamente tenemos a esta localidad de la Navarra media en el corazón de nuestra historia.

Fiesta del Rey de la Faba Ignacio Baleztena, Premín de Iruña, oriundo de Leitza, apasionado de todas las costumbres y tradiciones navarras, y artífice de la puesta en marcha de la Cabalgata de Reyes Magos en Pamplona, creador de la letra del Uno de enero, dos de febrero…, promotor del Riau-riau, fundador del Muthiko Alaiak, y mil cosas más…; tuvo la feliz e ingeniosa idea de recuperar para Navarra esta antiquísima ceremonia del Rey de la Faba. Esto sucedía en el año 1920. Baleztena, con buena visión costumbrista, fusionó en un solo acto la elección de un Rey de la Faba y la coronación de los Reyes de Navarra; de tal manera que aquel niño que resultase agraciado sería sometido a una cuidada ceremonia de coronación al estilo de las que vivieron nuestros monarcas navarros.

La sede de aquella primera ceremonia fue el Círculo Carlista, en el primer piso del número 2 de la plaza del Castillo (en la esquina de La Perla). Aquella amplia sala quedó reconvertida en improvisado Salón del Trono, en donde un niño, hijo de algún socio carlista, fue alzado sobre el pavés. Dicen las crónicas locales que aquel primer año, inmediatamente después de la coronación, "los Reyes Magos hicieron una fantástica aparición y, después de adorar al Niño Jesús, entregaron al reyecito un gran cajón conteniendo meriendas y juguetes para que su graciosa majestad los repartiera entre sus compañeros", y apuntan que los tales juguetes costaron en aquellos tiempos a 0'95 pesetas la pieza.

Aquella ceremonia se repitió año tras año en aquel local, hasta que en 1931 Baleztena fundó la peña Muthiko Alaiak, delegando a partir de entonces en esta peña la organización de este acto, como así se viene haciendo desde entonces. Se observa alguna excepción como es el caso del año 1954, en el que la organización de esta fiesta recayó en la Real Cofradía del Gallico de San Cernin, que ese 6 de enero nombró y coronó Rey de la Faba a un asilado de la Misericordia. Se abría así un pequeño ciclo de ediciones organizado por esta entidad, ciclo este que duraría hasta 1958 inclusive.

El 6 de enero de 1955, también de la mano de la Real Cofradía del Gallico de San Cernin, la coronación del Rey de la Faba se celebró en el pamplonés Hotel Maisonnave, a las seis y media de la tarde. En 1957 esta misma entidad organizó la fiesta el 6 de enero en los locales de la Peña de Cazadores, en la calle Estafeta.

En 1960, 1961, y 1962, disuelta ya la real Cofradía del Gallico de San Cernin, el 6 de enero vemos por la mañana al Muthiko Alaiak -que tomaba de nuevo las riendas de esta fiesta-, haciendo reparto de juguetes en el salón de actos de Salesianos; y tras este acto, a las 19.30 horas, los socios de la peña celebraron la fiesta del Rey de la Faba en sus locales, siempre con la actuación de la rondalla de la peña.

La nueva etapa, como se ve, trajo consigo un pequeño cambio: los niños que optarían a ser elegidos Rey de la Faba habrían de ser de la Santa Casa de la Misericordia. Y así se hizo mientras hubo niños en la Meca.

Y en el año 1964 asistimos a un nuevo cambio, un cambio especialmente importante; los Muthikos deciden sacar la ceremonia de sus locales y hacerla, mucho más vistosa, en el castillo de Olite; era obligado, por pura fidelidad a la historia, empezar en esta localidad. Este primer acto en el Palacio de Olite fue todo un reto, ya que las obras de rehabilitación no estaban todavía acabadas, y hubo que realizar un gran esfuerzo para acondicionar los salones y dependencias; "se alegró la desnudez de sus paredes, colgando en ellas trofeos de armas, escudos, reposteros, vidrieras pintadas en celofán que encajaron con los abiertos ventanales… Todo quedó dispuesto para recibir a su Alteza Real el Rey de la Faba", cuenta Javier Baleztena en la monografía que escribió sobre la fiesta.

Sin embargo, el fuerte viento que se levantó aquél día de Reyes dio al traste con buena parte del esfuerzo del Muthiko Alaiak, que, no obstante, recibió los elogios del director de Diario de Navarra: "(…) Se da la coincidencia de que precisamente el día de Reyes, el Palacio va a abrir sus puertas, después de siglos, para acoger una fiesta tradicional como lo es la del Rey de la Faba, gracias al entusiasmo del Muthiko Alaiak. La cámara del Rey, tras la esbelta galería de arcos góticos, será por primera vez iluminada con luz eléctrica, y los troncos arderán de nuevo en la chimenea de la estancia donde nuestros monarcas (Carlos II y Carlos III) recibían a los nobles y a los embajadores. Bonita fiesta que prepara el Muthiko…". Acudieron diputados y consejeros forales a aquella primera edición de las fiesta itinerante del Rey de la Faba, y según recuerdan quienes asistieron, fue una gélida celebración. Al final del acto el presidente del Muthiko, Manolo García, pidió un donativo para abrir una cartilla al Rey de la Faba, José Luis Crespo Pérez, y a su paje real José Armando Los Arcos Vidaurre, ambos de la Casa de Misericordia. La recaudación comenzó por los diputados forales que estaban allí presentes. Lo cierto es que ese 6 de enero de 1964 el castillo de Olite volvió a ser usado después de varios siglos sin haber acogido entre sus muros ni un solo acto; y no pudo ser mejor estreno.

Han pasado cincuenta años del inicio de esta fiesta con su carácter itinerante. De norte a sur, de este a oeste, siempre de la mano del Muthiko Alaiak, esta ceremonia histórica ha recorrido toda Navarra, todas sus merindades. El próximo sábado Olite, como no podía ser de otra manera, acogerá esta edición especial de las Bodas de Oro.

Se busca que la fiesta del Rey de la Faba, fiel a su creación por Baleztena, siga siendo una lección escenificada de historia, siga despertando el orgullo de ser navarros, siga siendo un acto popular de lealtad a quienes leales han sido al viejo reino y a sus Fueros; y este próximo sábado, se busca también que sea un homenaje a los vecinos de Olite, actuales y pasados, a todas las generaciones que durante siglos han dado vida a esta ciudad, a esta corte del reino. Olite rezuma historia por los cuatro costados, y esa historia hay que conocerla, hay que transmitirla, y además con sano orgullo. Nos distraemos muchas veces con cosas superfluas, con episodios que nos son ajenos, y con frecuencia nos olvidamos de lo que son nuestras raíces, nuestra esencia, nuestra Historia con mayúsculas. Y la fiesta del Rey de la Faba quiere ser un espejo de nuestra historia, quiere ser un homenaje y un signo de lealtad hacia quienes fueron leales, hacia quienes dieron su vida por esta tierra, y también hacia quienes anónimamente han forjado durante siglos y siglos esta realidad que hoy es Olite.

Y, con profundo agradecimiento, este sábado, esta cincuenta edición, debe de ser, y lo será, un homenaje a todas aquellas personas que desde 1964 hasta hoy, con su trabajo y con su esfuerzo, han hecho posible todas y cada una de las ediciones del Rey de la Faba.
Son cincuenta años, cincuenta reyes, cincuenta emotivas tardes…, y una única causa: la historia del viejo reino de Navarra vivida en la ilusión de los niños. Olite nos espera este sábado en la coronación de Pablo Mañu Oneca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar en El Oltense. Tenemos en cuenta tus opiniones y próximamente publicaremos el comentario si se atiene a los parámetros editoriales. Síguenos y cuéntanos.