Por Gorabeti
Nadie explora si anda toda la vida por el mismo camino. Las fiestas medievales comienzan este fin de semana con el habitual concurso de pinchos de los últimos años. Se cumplen ya 19 ediciones de este encuentro con el que Olite ha ganado una proyección turística que todavía no ha sabido exprimir del todo y que, en los últimos años, decae lentamente debido a la proliferación de mercados y mercadillos. El último en sumarse, Marcilla.
Lo que comenzó con un encuentro itinerante montado por una cooperativa de artesanos alimentarios (quesos, chorizos, pastas...) evolucionó hacia otro tipo de experiencias, como la organización fallida de torneos, y tuvo el acierto de dar protagonismo al desfile de un cortejo real que fue tomando mayor protagonismo.
Últimamente se ha teatralizado algún el episodio que ahora se vuelve a repetir, cuando lo ideal sería representar anualmente escenas específicas de la rica historia local y aportar así en cada edición un punto de novedad sin el que el mercado puede, año a año, deslizarse por la cuesta del tedio.
El programa de este agosto se ha conocido a través de pocos medios (todavía no se ha distribuido el folleto de mano y no hay cartelería en el pueblo). Como aportaciones distintas, figura una exposición sobre la indumentaria femenina, una conferencia sobre la orden de Santa Clara (¿?), un concierto de música y, la mayor novedad, rescata la idea de realizar una cena nocturna ahora en el Castillo.
Los 500 años de la conquista de Navarra que se conmemoran precisamente este verano no aparecen, por ejemplo, ni por asomo en un escenario ideal para recrear la corte de los monarcas legítimos, Juan III y Catalina I, que sucumbieron en 1512 a la usurpación castellano-aragonesa. Parece cono si, en lo histórico, se quisiera soslayar lo evidente y, en lo económico, la fiesta en la que tanto se invierte a penas sirviera para llenar un fin de semana algunos bares y, pocos, restaurantes.
Se echa en falta, y en los tiempos de crisis que corren más, una proyección más avanzada del evento. Una dirección pensada para el desarrollo, por ejemplo, comercial de la ciudad, encaminada al entendimiento con sectores amplios de la población que, como los jóvenes, podrían rentabilizar la presencia de cientos de personas para crear actividad e incluso mini trabajos que paliaran los efectos del vergonzoso desempleo que subyuga a la juventud. Jóvenes que prefieren organizan una fiesta disco el día de mayor a fluencia del mercado medieval porque en los jardines de las Escuelas de San Francisco, a metros de uno de los mejores palacios góticos del siglo XIV, ven la isla de Ibiza y sueña con salas de fiestas de nombres tan reveladores como Amnesia o Pachá.
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