Autoras del calendario |
Durante meses, una docena de socias de La Rueda recopilaron imágenes antiguas relacionadas con el agua y su pueblo. Pergeñaron los textos que acompañan un calendario, sobre todo, sentimental. Recuerdos de infancia y juventud, anécdotas escuchadas a los mayores sobre el río, pero también de la importancia que tuvieron las fuentes, los pozos, los lavaderos.... “Recordando al río lo hemos vuelto a descubrir. ¡Qué importancia ha tenido y tiene en nuestras vidas!”, aseguran las participantes de este proyecto que ha salido adelante con la financiación del Centro de Recursos Ambientales de Navarra (CRANA) y la obra social de La Caixa.
Marga Arregui implicó a Elena Corcín. También se sumó Txus Rey ... y Consuelo Jiménez Abia y Mirari Perera ... Además, pulularon cerca más vecinas del pueblo (Claudia Molina, María Pérez Montoya, Raquel Rodríguez, Uxua Rey, Marta Escudero o Mailonaine Basarte, entre otras) para que al final vieran la luz 750 ejemplares del bonito calendario que este mes de enero estrena. La iniciativa quiere contribuir a sensibilizar a la población sobre la importancia que han tenido y tienen nuestros ríos, esta vez hecha desde una perspectiva olitense y femenina.
El mes de marzo del anuario, por ejemplo, está dedicado a las mujeres de la posguerra, aquella sórdida época en que la muchas se sacaron las castañas del fuego con oficios como menuderas, mondongueras, vaqueras o lo que fuera, como recuerda Marga Arregui cuando trae a colación a su vecina Encarna la Menudera de la Casa Grande, a la Asun y su tía Benita, la Jorja Arrieta y su hija Lucía Jaurrieta, conocidas como las Chinchurras. Mujeres que limpiaban tripas en una pila romana cerca del Chorrón. Otras se emplearon en el oficio del reparto de la leche, como su madre Josefina Zulaica, Gregoria la Beireja, la Carmen y la Gloria Coquis, entre otras, que llevaban sus vacas a pastar a terrenos comunales del Prau.
Consuelo Jiménez recuerda en su texto los pozos. Casi había uno por portal de cada casa y, también, en muchos corrales, como rememora Marga Arregui. Txus Rey escribe sobre escarceos amorosos junto a la fuente de San Pedro, incluido el de sus padres, o cómo el merendero de las Fuenticas era el lugar preferido para celebrar una comida campestre cuando el calor apretaba.
El abrevadero del Castillo, donde hacía su paradica el burro Felipe, los trajes de baño y sus sufridas modas, la piscina municipal en la que se remojó Mirari Perera y, muchísimos años antes, los chapuzones en los Bloques de la Presa, una zona del río donde los hombres se bañaban a un lado y las mujeres en otro.
El calendario también habla de las avenidas de un Cidacos loco que tan pronto está seco como se rebota y se come los márgenes. Ocurrió en aquella gran riada de 1943 que llegó hasta el convento de los franciscanos. “De 240 ovejas que tenía un vecino solo le quedaron 43”, pone Mirari Perera. Pero el agua también trajo el bien, como al abuelo de Elena Corcín que apareció por Olite para emplearse de fontanero cuando vino el agua corriente. Tuvo cuatro hijos y “no le faltó el trabajo”.
Además, el anuario traslada al siglo XXI al antiguo lavadero hoy abandonado, donde las mujeres “se reunían para hablar y escucharse”. También para “comprometer” a los mozos que merodeaban cerca. Mujeres camino del río, con grandes bañeras de zinc en la cabeza, historias en sepia que nos van a acompañar todo el año en con este hermoso calendario de La Rueda.
Portada del anuario |
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