miércoles, 1 de abril de 2020

OLITE 1834; “ ...Y HUBO DÍAS QUE MORÍAN 12 Y 15 PERSONAS”

Juan Albizu, autor de los apuntes sobre el cólera

El imaginario colectivo de Olite/Erriberri ha dejado en el recuerdo a la Virgen del Cólera como protectora de la epidemia que en 1885 no afectó a la localidad, pero aproximadamente 50 años antes la situación no había sido igual y en 1834 el cólera morbo se llevó a la otra vida a 173 olitenses en poco más de un mes.
            Fue precisamente un cura, el párroco de la iglesia de San Pedro Juan Albizu Sainz de Murieta (Grocin, 1876-1955) el que contó en 1915 los efectos en la ciudad de los brotes de cólera (mucho más dañinos que el actual coronavirus) que en el siglo XIX dejaron en todo el Estado unas 800.000 víctimas.
            Albizu escribió esta crónica en “Apuntes históricos de la ciudad de Olite”, un folletín que se publicó en el periódico El Olitense. El sacerdote de Tierra Estella indagó en los libros de nacimientos y defunciones para hacer su relato y contó que en 1834 la peste apareció en el municipio el 14 de septiembre: “la primera defunción en la parroquia de Santa María y el día 16 en la de San Pedro, y todo el mudo se convenció de que tenía el cólera en casa”.
Antiquísima foto de una procesión en la Plaza de Olite
            Para que el lector se hiciera idea del pavor que corrió en la población, el narrador recuerda que en aquella época la localidad tenía unos 2.100 vecinos, “muriendo cada día 12 y 15 personas mayores, a las ocho o lo más catorce horas de sentirse enfermas”.
            Contó Albizu que se trasladaba a los muertos al cementerio en cuanto espiraban, “o parecía haber espirado que algunos ya irían vivos”, y que entre el 14 de septiembre y el 26 de octubre en las iglesias no tocaron las campanas para evitar alarmar a los paisanos.
            “Los primeros días acompañaba a los cadáveres un beneficiado del Cabildo, pero luego ni eso se hacía; sino cogerlos en una sábana y llevarlos sigilosamente para no aumentar el espanto de la gente; pero en un pueblo así todo se sabía y creyeron que no iba a quedar uno con vida”, cuenta el relator de los libros parroquiales.
            Aproximadamente 20 años después de esta mortandad, cuando el susto todavía estaba fresco, un nuevo brote se presentó en la localidad el 1 de junio de 1855. El primer fallecido fue un joven de 25 años y “ese mismo día murieron tres párvulos”. Durante todo el año fallecieron en el pueblo 218 personas, “siendo de cólera 146 en 30 días aproximadamente”. La cifra no fue tan alta como en 1834 pero se aproximó mucho, “fue grandísima y bastante para dejar a todos consternados”, escribió Albizu.
            Como ocurre ahora mismo con las personas que mueren de coronavirus, en la época del cólera tampoco hubo tiempo para despedidas. El autor de los Apuntes Históricos reitera que no sonaban las campañas “para administración de sacramentos ni para entierros, ni se hacían funerales sino en cuanto moría uno (o parecía muerto) lo llevaban al depósito. Los funerales se hicieron después de extinguido el contagio. De todos los que morían, pocos eran los que duraban 24 horas desde que se sentían enfermos. Era enfermedad de 10 a 14 horas”. El mayor número de muertos se dio en la primera quincena de julio.
Hospital de campaña de la época
            El cólera que popularizó el conocido milagro de la virgen fue en un tercer brote, el año 1885, que es el que más vivo ha llegado a los vecinos actuales. El Ayuntamiento y los religiosos de la ciudad comenzaron a implorar el favor de la “Purísima” desde el día 24 de julio aunque, narra Juan Albizu, “alguna familia de Olite que marchó para unos días a otro pueblo dejó allí víctimas del contagio”. El caso es que después de las rogativas la peste pasó de soslayo “y desde aquel año quedó costumbre de guardar como festivo el día 26 de agosto, que vulgarmente se llama en Olite la Virgen del Cólera”.
            Juan Albizu, que en la misma época escribió el bonito libro “Historia ilustrada y documentada de la parroquia de San Pedro de la ciudad de Olite”, fue cura en nuestra ciudad y desde 1920 párroco de la iglesia de San Saturnino de Pamplona. En 1926 el Ayuntamiento de la capital premió su trabajo investigador sobre “El barrio de la Pellejerías” y en 1930 publicó “San Cernín. Reseña histórico-artística de la parroquia”. En el colofón de sus Apuntes de Olite dejó escrito: “La Historia investiga lo pasado, explica lo presente y anuncia lo venidero”.

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