Servir detrás de un mostrador tiene la gracia del roce. Del codearse con el vecino,
con el olitense que a diario envejece en paralelo y con el cliente que, al
cabo, regala al mercader más de lo que lleva. Del primer buenos días al
chascarrillo hay un milímetro de excusa y en Olite son algunos los que aún,
afortunadamente, disparan ráfagas frescas de
refranes, frases, dichos, localismos, inventados o transmitidos de
generación en generación, que hacen más pasajero el tránsito de la rutina
diaria. Siguen aquí, amigo lector, algunas ocurrencias apuntadas a vuela pluma
en la libreta de este tendero. Unas esconden sabiduría ancestral. Otras
llegaron de fuera para quedarse y las más son fruto de la agudeza popular, que espolea
al final una sonrisa.
Una
de las primeras anotaciones que metí en este cajón de sastre fue la que me brindó
Jesús, ya fallecido, cuando soltó un día aquello de que Olite era el pueblo más
grande del mundo, “porque muga con Corea
y Venecia, pasando por el Chino”, en relación a los barrios de
extramuros que hay en el pueblo. Y se quedó tan pancho que parecía de Bilbao,
una villa, no ciudad como la nuestra, que, por cierto, no luce en el “Olite,
París y Londres” con el que algunos vecinos resumen en tres palabras lo mejor que
hay en el Globo.
Pero el ingenio no solo se prodiga en Olite para inflar el ego. También hay ocurrencias que pisan callos. “Gasta menos que Tarzán en alpargatas”, solía decir de un jubilado roñoso un minorista con comercio en calle Mayor. “De poeta, músico y loco, todos tenemos un poco” le contestaba un beirejo que se ganaba el pan en un taller cercano y que, según otro, era hombre de poca gracia y “más seco que un polvorón”.
Son conceptos muchas veces propagados, que se adhieren como caparra al can. Muchas veces no descubren América. Es el ejemplo del socorrido “Calendario Zaragozano, que adivina frío en invierno y calor en verano”. Este asunto de la climatología siempre ha sido un bastón recurrente para animar conversaciones. Jesús Mª, un antiguo profesor, mantiene que Olite es un pueblo de “tasas y telas”, porque con sus estaciones extremas “aquí o t'asas de calor o t'elas de frío”.
Antonia, que tenía más de 80 años antes de mudarse al camposanto, recalcaba cuando tenía oportunidad que, para acabar con tanto egoísmo, “el dinero tenía que caducar al año, como las patatas. También, por ejemplo, soltaba que “año bisiesto, la cosecha en un cesto”, porque lo presumía escaso. “Como dicen en Lerín, cuando no hay lomo de todo como", contaba Ángel, a lo que otro que venía del galeno le contestaba que al ver la jeringa se había puesto "más nervioso que Pinocho delante la máquina de la verdad".
A Martín, algunas mañanas, se le ocurrían anuncios para publicar en un diario imaginario: “Se vende rueda de carro. Negocio redondo”. Más conocidos eran otros dichos, como “ningún perdido se pierde” o “estos del Erri Berri no meten un gol ni al arco iris”, dedicado a los jugadores de la camiseta colorada. De Galar, mi vecino carnicero, también aprendí que los día de lluvia el negocio suele hacer agua, “calle mojada, cajón seco”, repite todavía. “Ese gasta menos que un ciego en novelas”, aseguraba con sorna el desaparecido Javi para recordar al más tacaño de los paisanos.
“La salud y la economía, la mejor lotería” contaba la abuela de un bancario de la Plaza que, según otro vecino, se creía con salero, pero era “más aburrido que la mosca de la siesta”. “Don sin din (-ero), campana sin badajo” o “la vida es un tango que hay que saber bailarlo”, se los he oído mil veces a Domingo.
Cuando en invierno chispeaba la rosada cristalizada al alba, Julio llegaba a la tienda “encogido como un orejón” y si espesaba la niebla el fontanero veía “menos que un gato de escayola” cuando pedaleaba por la calle con su bici taller ambulante. “El que se escalda con leche, ve una vaca y llora” o “si te conoces demasiado a ti mismo dejarás de saludarte”, recomendaban los más sesudos intelectuales del pueblo.
“Somos más viejos que el arca de Noé”, se apenaba Javier antes de irse al valle de Josafá en busca del juicio final. Julio, viejo agricultor que se largó antes, también decía “tabernera aguda, agua segura”, para recordar aquellas que rebajaban el vino para sacar tajada. “Alba rubia (roja), viento o lluvia”, añadía cuando oteaba el crepúsculo a principio de la jornada. A Asun, por ejemplo, le robaron la casa y la dejaron “más limpia que una colada”.
Según Miguel Ángel, alguna moza de buen ver llevaba en el pueblo “más ruido que una balsa de ranas” y otros tenían un año tan pocos peones para vendimiar que parecían “el tajo la muleta, cuatro chavales y una mueta”. Cuando se enfada el viento gélido del norte, “con el Cierzo loco, se encoge la picha y se alarga el moco”. Por contra, cuando las bajas temperaturas llegan del sur, “con Bochorno frío, crece el río”, aventuraba Gegorio. Además, el día estaba “rusiente” cuando el calor era sofocante o, todo lo contrario, caía el termómetro tanto que “se helaban las pulgas”.
“Mujer enferma, mujer eterna”, era el dicho preferido de María, mientras que a Félix le gustaba el que recordaba “qué buena es el agua cuando tiene mucho vino”. También otro más picante: “Si vas a Calatayud pregunta por don Manuel, que si no está la Dolores el favor te lo hará él”. Algunas reflexiones en alto también merecen un espacio por brillantes: “Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos” o “tienes menos detalles que una pelota de ping pong”.
Cuando las mañanas del domingo iba camino del Portal, Patxi solía decir que “no por mucho madrugar están los churros más calientes”. Además, le gustaba subrayar que algunos amigos tacaños gastaban en el bar “menos que un avión en bocina” o que para desembolsar a la hora de pagar eran “más lentos que el desarrollo de una berza”. Y hasta aquí algunos lances, chascarrillos sin malicia, atrapados detrás de un mostrador y que muchas veces, por sabios, tienen “más miga que un pan de Ujué”, chipas de ingenio retenidas en este papel para que tarden más en esfumarse entre los frunces de los tiempos.
Muy bueno el artículo, me he reido un rato...y por añadir algo mi suegro Gil, al felicitar el cumpleaños o "el santo", suele decir: Con "salú " lleguemos a otro año. (A mi me parece una felicitación bien original y plasmada de buenos deseos)
ResponderEliminarZorionak Oso ondo
ResponderEliminarGracias por compartir este excelente artículo ❤️
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