sábado, 12 de octubre de 2019

ESCUDEROS BAJONAVARROS EN LA CORTE DE OLITE

Si cierras un poco los ojos todavía puedes ver, con una pizca de imaginación, la Placeta de Olite engalanada de estandartes, vistosos caballeros con sus pajes formados y un séquito a la moda de la mejor corte europea del siglo XV en compañía del Príncipe de Viana y la germana Agnes de Cleves para celebrar su boda en la cercana iglesia de Santa María la Real. Fue hace 580 años (30 de septiembre de 1439) pero en Olite todo parece ayer y si miramos los rostros del centenar de escuderos que rodeaban a quien estaba destinado a ser rey descubrimos un hilo interesante que los lleva a la Baja Navarra.
           Trabajos recientes revelan que el grueso de este primer cuerpo de guardia que protegía al monarca, esos pretorianos que rodeaban al rey también el día de su enlace, había nacido muy mayoritariamente en los valles de Ultrapuertos, al otro lado del Pirineo, en la también conocida como Tierra de Vascos. Y venían desde allí a la Corte de Olite, a penas adolescentes de 13 años, en una proporción nada desdeñable de tres veces mayor que la de otros territorios de Reyno, según el análisis de sus apellidos que han rastreado historiadores como Peio J. Monteano.
            Monteano trabaja en el Archivo General de Navarra y en su tesis ya trató sobre las pestes que asolaron el reino en la Edad Media, por lo que conoce bien la población de la época. En un estudio titulado “La utilización de los apellidos toponímicos como indicador del origen geográfico en los siglos XIV-XVII” ahonda en la tesis de la “bajanavarrización” de la corte de Olite. El autor extrae datos que confirman que, por ejemplo, aproximadamente el 75% de los escuderos del hostal del rey, de su casa real, procedía de aquellos pagos. Identifica el origen a través de los nombres y los clasifica, como ya hizo años antes María Narbona en su estudio “La corte de Carlos III el Noble, rey de Navarra”.
            La formación del apellido en Navarra ofrece particularidades, tal y como señala el recopilatorio “De Engracia a Garazi. El misterio de los nombres en Navarra”, editado por la Universidad de Navarra, Aranzadi y el Gobierno foral. En nuestro territorio hay mayor incidencia de los apellidos llamados toponímicos, que permiten seguir flujos migratorios como el de los nobles que dejaron huella en el Palacio Real.
            A grandes rasgos, en el medievo la denominación de los individuos se conformaba con tres elementos: el nombre de pila (mayoritariamente de un santo, Juan, Pedro, etc...), el patronímico (nombre del padre más sufijo -iz o -ez, Pérez, Juaniz ...) y el toponímico (solar o localidad de procedencia). Esta simplificación afectaba a los más privilegiados porque, por ejemplo, el campesinado ni si quiera estaba normalizado y se regía por nombres autóctonos o apodos descriptivos como Beltza (negro), Gorri (rojo) o Andia (Grande). En el siglo XVI, no obstante, se produjeron cambios sustanciales en la denominación para identificar las personas en documentos notariales e inscribirlas en la Iglesia. En todo caso, en Navarra añadir al nombre de pila la localidad de origen era una de las prácticas más habituales hasta el siglo XVII, cuando se consolida el apellido, más o menos como hoy, por transmisión de la línea paterna.
            En cuanto a la Corte de Olite, Monteano sigue la pista que Narbona trazó sobre el círculo de personas más cercanas a un “hostal del rey” organizado, según la procedencia social, por nobles a los que se encomendaba la seguridad del monarca y, otros, burgueses especializados en un oficio. Los primeros formaban el cuerpo de pajes, donceles y escuderos que tenían puesta la vista en llegar a ser investidos caballeros. Residían en Palacio y habían recalado en Olite muy jóvenes para progresar en la carrera cortesana. Hasta el siglo XIV la mayoría eran franceses pero a partir de 1411, Carlos III el Noble comenzó una navarrización que se aprecia en los cuadros que Narbona incluye sobre la relación de las personas que recibían salario del rey. Y ahí llega el dato más interesante al que ahora ha dado brillo Monteano. Tres cuartas partes de la escudería tenían apellido patronímico bajonavarro: Beaumont, Agramont, Lacarra, Ezpeleta, Mauleon, Echauz, Bergara, Lus, Oreguer, San Esteban, Uhalde, Sant Johan, Zalha, Bidarray, Uhart, Ilurdoz, Suescun ...
           La Baja Navarra/Nafarroa Behera era antes de la conquista solo una décima parte del Reino, aunque su presencia en la corte, en cambio, multiplicaba el porcentaje. “Las más altas dignidades, los caballeros, son casi todos ultrapirenaicos. Lo mismo ocurre con los escuderos de honor, ujieres, sargentos, donceles y hasta mozos de establo ...”, escribe Monteano. La capital histórica de Ultrapuertos estaba en San Juan Pie de Puerto/Donibane Garazi y el territorio limitaba a este y oeste con Lapurdi y Zuberoa, también vascohablantes, y al norte con Bearne. A mediados del s XV eran unos 25.000 habitantes
            En Tierra de Vascos, como también era conocida la comarca, había parte significativa de población de condición noble y dedicación militar a la defensa de sus casas torres y valles de influencia. En Garazi, los principales linajes eran los Ansa, Lacarra, Agerre y Saint Julián. En la cercana Baigorri destacaban los Echauz o los Lizarazu. En la zona de Orzaize, los Armendáriz y Garro. Así un listado de linajes cuyos hijos segundones tenían que buscarse oficio fuera y asentarse, por ejemplo, en la Alta Navarra. Un buen destino fue la casa real en Olite.
            Después del siglo XVI, la huella bajonavarra siguió en el sur pero el origen social cambió. No fueron nobles los que salieron. En esta segunda emigración, analiza Monteano, son gentes más humildes. Abundan los pastores, comerciantes y artesanos. Este flujo tiene reflejo todavía hoy porque aquellos apellidos, en principio ligados al territorio de origen, quedaron fijados desde el s. XVII. Según el padrón del Instituto Nacional de Estadística de 2015, en Navarra todavía el apellido más abundante es Sola (del Soule francés o Zuberoa en euskera), seguido de otros de comarcas bajonavarras como Armendáriz, Osés, Urzaiz, Irisarri, Yoldi, Baigorri, Arbeloa, Mauleón, Izura o Landíbar... que tanto nos suenan en Olite. También hay apellidos con raíz estricta de localidades de Ultrapuertos: Suescun, Chivite, Ibarrola, Garate, Garro, Alzuela, Jaso, Gárriz, Pagola, Azparren, Ezpeleta, Sorbet, Salaberri, Salanueva, Lacarra o Macaya... Finalmente, el estudio detecta otros apellidos ambivalentes, de lugares que están en la Baja Navarra pero también en otros territorios, como Huarte, Ugarte, Iriberri, Zabalza, San Martín, Lecumberri, Azcárate, Beorlegui, Lasa, Casanova o Donázar, toponímicos que hoy en día llevan más de 25.000 navarros y navarras.
            Además, en otra parte de este trabajo sobre la deriva de los nombres, Ana Zabalza de la Universidad de Navarra bucea en la formación de los apellidos en la edad moderna. La investigadora retoma así el asunto de los bajonavarros: “el término vasco en la Navarra del XVI designaba con cierta vaguedad a los oriundos de la Baja Navarra, que efectivamente se distinguían de sus vecinos por la lengua vasca”. Zabalza también entiende que pudieron ser más los asentados en el Sur, gentes que perdieron la clave toponímica y, una vez establecidos, adoptaron simplemente un nombre de pila al que pegaron su profesión.
           Otros borraron el apellido según soplaban unos u otros vientos de la historia, como los Lizarazu de Olite. Su origen arrancaba en el palacio de Baigorri y en la defensa del bando beamontés. Durante los siglos XIV y XV los varones alternaron los nombres de pila de Sancho y Pedro, más un patronímico y el apellido bajonavarro Lizarazu. Pedro Sanz de Lizarazu, que murió en Olite en 1413, tuvo dos hijos que trastocaron el apellido por otro menos vasco y más romanzado, Santa María. Una hija de estos, tras la conquista del reino, tomó el nombre de España. “Es decir -observa Zabalza- la nieta por vía de primogenitura masculina de Pedro Sanz de Lizarazu se llamará España Santa María”. Muerto el Príncipe de Viana en 1416, los Lizarazu perdieron todas pertenencias e incluso pagaron con la vida su lealtad frente a Juan II de Aragón. “No había por tanto ningún interés en que su filiación quedara al descubierto, sino todo lo contrario”, añade la investigadora de la Cátedra de Lengua y Cultura Vasca de la Universidad de Navarra. El mismo hijo heredero del Lizarazu finado en Olite, conocido por Guillem Arnalt de Santa María, tras casarse con la dueña de la torre de Ursúa, en Baztán, fue padre de Juan de Ursúa que también antepuso primero el apellido de la madre.

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