El
descontento de Olite, villa mayoritariamente agramontesa y fiel a los reyes
navarros Catalina I y Juan III, fue patente desde el inicio de la conquista en
julio de 1512. Se distinguió, con Tudela, Estella o Tafalla, por ser de las
últimas localidades en capitular a los soldados del Duque de Alba y alguna
noticia, poco concreta, también se divulgó sobre un enfrentamiento en el camino
a San Martín de Unx por defensores roncaleses, que había bajado hasta el llano.
Más o menos
en esta línea, pero con más concreción, abunda ahora el relato que hace el
siempre interesante Monteano al tratar del choque que se produjo a finales de
noviembre en el término del Saso olitense, cuando el rey Juan de Labrit intentó
reconquistar Pamplona. El también empleado del Archivo General y Real de
Navarra cuenta en este libro que el bastardo de Fernando el Católico, el
arzobispo de Zaragoza, fue el encargado de someter la navarra meridional.
Concentró peones y jinetes en Sádaba e inició las incursiones, desde Sangüesa,
hacia la Zona Media.
El relato
recoge los testimonios de los soldados roncaleses Juan Galech, de Garde, y
Sancho Petroch, de Isaba. Cuenta que salieron del castillo de Murillo en
dirección a Olite y en el Saso se enfrentaron a 100 peones con picas y 40
ballesteros aragoneses, según cifras de los vencidos, y a 300 infantes y algunos
jinetes, según contaron los navarros. Los roncaleses aseguraban que ellos no
eran más de 80 hombres y el enemigo les triplicaba.
En la
refriega el capitán Sanz dirigió el ataque de los ballesteros y honderos fieles
a los Foix-Labrit, que ejecutaron la maniobra del “caracol” que les dio
ventaja. “En pocos minutos todos los soldados aragoneses quedan tendidos sobre
el terreno. El combate se ha saldado con dos muertos por su parte y uno por la
de los navarros. Los vencidos son rápidamente despojados de sus ropas, armamento
y dinero. Presos, son escoltados hasta los castillos de Santacara y Murillo el
Fruto”. Como era costumbre, para recuperar la libertad, tuvieron que pagar un
rescate de dos florines por cabeza.
La alegría navarra
no duró mucho. Pocos días después, fracasó la toma de Pamplona y los
legitimistas tuvieron que retirarse y pasar la frontera ante la amenaza del inminente
invierno. Algunos leales se replegaron hasta la Zona Media y, por temor a los
ocupantes, tomaron la vía de Ujué para regresar a Bearne donde los reyes de
Navarra esperaron cinco años para volver a intentar la reconquista.
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