Enfundado en su impecable traje azul marengo, Barack Obama se acercó al atril de la Casa Blanca para, mirando a cámara, anunciar al mundo que con el asesinato de Bin Laden se había “hecho justicia”, cuando mejor debería haber dicho venganza política.
En su corta alocución, el presidente del estado más militarizado del planeta recordó a quien quiso escuchar que “EE.UU. puede hacer lo que se proponga”, aunque sea diez años después de la execrable masacre de las Torres Gemelas. Un atentado tan repugnante como las miles de muertes ocurridas después en la invasión militar de Afganistán, con apoyo de Aznar, o la situación actual de los cientos de presos que mantiene todavía sin juzgar en Guantánamo.
En las últimas horas hemos asistido sin pestañar al exterminio sin remilgos del líder de Al Qaeda, que por muy asesino que fuera debería haber sido detenido, juzgado y condenado igual que, por ejemplo, se hizo con los nazis en Nurenberg.
Prácticamente a la vez que en Times Square de Nueva York miles de personas celebraban el tiro que había volado la cabeza de fanático saudí, casi al mismo tiempo, el Gobierno español trasmitía su “satisfacción” por el asesinato y, paradojas, su fiscal se empeñaba en ilegalizar la lista de Bildu por ser “testaferros” de una violencia que formalmente sus candidatos han repudiado individualmente y por escrito, práctica amoral que Obama y Zapatero no tienen remilgos en aplaudir cuando el fin, la muerte de Bin Laden, justifica el asesinato del enemigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar en El Oltense. Tenemos en cuenta tus opiniones y próximamente publicaremos el comentario si se atiene a los parámetros editoriales. Síguenos y cuéntanos.