El 12 de abril de 1931 tuvieron lugar unas elecciones municipales de consecuencias nunca calculadas. Olite/Erriberri fue uno de los pocos ayuntamientos navarros que consiguió mayoría republicana. Una isla tricolor en un mar carlista. Con un sufragio ejercido entonces sólo por hombres, porque el voto femenino lo traería la República dos años después, la candidatura formada por republicanos de centro izquierda y socialistas logró siete de los diez concejales que había en liza. Sólo dos ediles fueron carlistas y únicamente uno salió monárquico.
De mayor a menor número de votos obtenidos, figuraron el labrador “republicano-socialista” Salvador Eraso Azcárate, de 70 años, con 159 votos. Le siguió con 156 sufragios el ugetista Tomás Chivite Fernández, jornalero de 38 años. El tercer edil con mayor apoyo fue el agricultor de 53 años Carlos Escudero Cerdán, también “republicano-socialista”, al que avalaron 155 olitenses y que ese mismo mes se convirtió en el primer alcalde republicano de la localidad. A poca distancia, le siguieron otros tres concejales de la misma coalición: Juan García Lacalle, secretario general de la UGT local, campesino de 34 años, que obtuvo 124 votos y que sustituyó a Escudero como alcalde a partir de agosto de 1933.
Los puestos quinto y sexto recalaron en los miembros de UGT Constantino Eraso Martínez, agricultor de 40 años, con 122 votos, y Julio Pérez García, de 35 años, que logró 114 papeletas. Del resto de los concejales que se decidieron en aquellas elecciones, sólo tres fueron para la derecha. El comerciante Leonardo Jaurrieta Leoz, de 48 años, figuraba como “independiente monárquico” y obtuvo 94 sufragios. Le siguieron los dos ediles que lograron los carlistas: Santos Catalán Baztán, de 52 años, y que tras el 18 de julio de 1936 se convirtió en el nuevo alcalde faccioso, y Esteban Gorri Tambo, de 38 años, que arañó el respaldo de 81 vecinos. Ambos eran labradores.
Cerró la lista de elegidos, con 62 votos, el concejal más joven, el pintor afiliado a la Acción Republicana Jaime Alda Ibáñez, que en ese momento tenía 29 años. De los siete ediles republicano-socialistas, cinco fueron asesinados tras el golpe militar de 1936: Salvador Eraso, Constantino Eraso, Julio Pérez, Carlos Escudero y Juan García. Los dos últimos, además, tuvieron el cargo de alcalde. Siguieron la misma suerte que otros 44 vecinos del pueblo. Una treintena más huyó o se exilió. Otros, la mayoría mujeres, soportaron vejaciones.
Desde entones, ninguna institución oficial, y menos aún municipal, ha reparado su honor y reconocido la labor pública que, al menos, desempeñaron los alcaldes, concejales y sindicalistas. Tampoco se ha restituido públicamente la memoria de tantos vecinos mancillados. Nadie ha limpiado su nombre o ha reclamado que se anulen aquellos procesos salvajes, sin defensa posible, que acabaron con la vida de cargos públicos o simples padres de familia por el solo hecho de pensar diferente a los que empuñaban armas.
Verdad, justicia y reparación para todos ellos porque, como escribió Miguel Hernández, para la libertad sangraron, lucharon y, hoy todavía, perviven.
(Fotos:Grupo de republicanos en la Plaza de Olite/Erriberri y, años después, Franco de paseo por el mismo lugar)
(Fotos:Grupo de republicanos en la Plaza de Olite/Erriberri y, años después, Franco de paseo por el mismo lugar)
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