Olite/Erriberri ha amanecido hoy más amnésico. Ha muerto, rondando los 85 años, Luis Pérez Rocafort, más conocido como “Planilla”, memoria histórica del pueblo, resistencia en carne viva, que a finales de los años setenta recorrió media Navarra abriendo fosas para recuperar la dignidad de medio centenar de olitenses, entre ellos su padre, enterrados malamente en cunetas por ser, simplemente, republicanos en una tierra de alzados.
“Planilla” fue uno de los impulsores del grupo de vecinos que en 1978 comenzó a perder el miedo. Se asociaron para rescatar los cadáveres de sus familiares y enterrarlos con decencia. A cualquiera que quería oír, Luis le contaba cómo con apenas seis años vio cómo se llevaban a su padre Julio Pérez, concejal socialista, que había intentado huir tras el golpe de estado de 1936 pero, herido, regresó a casa para después ser delatado y acabar fusilado en la tapia del cementerio de Tafalla.
Las obsesiones de Luis no se agotaban en él y a todo el que se le acercaba le podía explicar, con pelos y señales, dónde habían encontrado, él y otros del pueblo, el cuerpo acribillado de, por ejemplo, un tío del interpelante que había sido alcalde por Acción Republicana, y cómo habían escavado una zanja en el pueblo de Enériz y metido en un cajón los restos del regidor para traerlos a Olite, donde ahora descansan.
Y así con muchos, casi medio centenar de personas condenadas a muerte sin juicio previo y abatidas en lugares tan dispares como Caparroso, Tafalla, Ribaforada, Marcilla, Campanas, Falces, Pamplona, El Perdón o Zaragoza. Hasta allí iban los de Olite provisto de pico y pala para desenterrar la memoria, y el primero “Planilla”.
Después vino el entierro y homenaje en el propio pueblo. Se levantó un panteón en auzolán, digno y generosos. El día del funeral, el 13 de mayo de 1979, una riada de personas recorrió la localidad y los familiares llevaron a hombros los féretros hasta el cementerio. Dos kilómetros de lágrimas. Cuentan que “Planilla”, como buen terco que era, se empeñó que en la banda de música tocara “La Internacional”. Y, por respeto, así lo hicieron la mayoría de los músicos.
Luis Pérez tuvo más preocupaciones en la vida, el Erri Berri del que fue presidente, por ejemplo, o su familia y el negocio que horradamente creó, pero en cuanto podía sacaba a relucir la tarea en la que había intervenido de dignificar a los republicanos fusilados. Cada uno de noviembre, fecha de Todos los Santos, “Planilla” revolvía Roma con Santiago para que no faltaran flores en el panteón, iniciaba colectas e implicaba a los familiares para que la tumba estuviera como una patena o colaboraran en la apertura del Parque de la Memoria de Sartaguda.
“Es una necesidad que las nuevas generaciones, hijos y nietos de quienes levantamos hace 25 años esta tumba, recojan el testigo y mantengan viva la llama de la memoria que alumbra la dignidad de estos hombres amputados de la vida por ser libres y justos”, rezaba el final del manifiesto que “Planilla” contribuyó a redactar en el homenaje que en 2004 se tributó a los fusilados de Olite.
Un “Planilla” al que la emoción y las lágrimas impidieron en esa fecha leer un papelito que llevaba arrugado en la mano y que, al difundirlo otro, reveló el deseo de niño huérfano: “No queremos revanchas. Sólo vivir en paz, en libertad y dormir con las ventanas abiertas”. Hasta la victoria, siempre, Luis Pérez, “Planilla”.
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