Por Luis Miguel
Escudero
El suelo tafallés de Candaraiz
podría esconder bolsas oro negro. El del Congosto
ríos con los que llenar miles de barriles de petróleo. Los pozos extractores se
levantarían también cerca de la balsa de Valditrés
o en el término de Balgorra. Tafalla
se hermanaría con Kansas o, mejor, con los Emiratos Árabes. La OPEP dejaría un
sillón para que la alcaldesa Cristina Sota se sentara entre los representantes
de Dubai y Venezuela.
Adaptado al
año 1922, algo así debió soñar Hipólito Ibarrondo cuando pidió una concesión
para buscar petróleo en Tafalla y registró su intención en el distrito minero que
de forma conjunta formaban Gipuzkoa, Álava y Navarra, con sede en la capital
donostiarra.
La
desclasificación reciente de distintos expedientes de licencia de minas ha
revelado que las prospecciones no se iban a limitar a Tafalla. Otros pueblos de
la Merindad, como Larraga, San Martín de Unx y Artajona, figuran en el mismo registro
con autorización abierta para su explotación entre las fechas del 1 de enero de
1922 al 31 de diciembre de 1923.
En el caso
de Tafalla, el plano de demarcación de la “mina de petróleo”, que quedó
bautizada con el nombre de “Rosalía”, aparece firmado por el ingeniero Fidel
Jadraque, que tomó como punto de registro de sus mediciones técnicas el centro mismo
de Tafalla, concretamente la puerta de la iglesia de Santa María.
El acta de
demarcación de la mina, que lleva el expediente número 2.540, se levantó el 20
de noviembre de 1922 y en la misma figuran como testigos los vecinos de Tafalla
Jesús Cabezón y Porfirio Fernández, que con su firma dieron fe de los trabajos
realizados por el ingeniero llegado desde San Sebastián.
Los documentos
que ahora han visto la luz no se ciñen solo a lo que ocurrió hace 90 años ni a
la búsqueda de petróleo en la ciudad del Cidacos que, a la postre, se ha
demostrado baldía. Los papeles también hablan de otras minas en Tafalla, las
más numerosas destinadas a la extracción de cobre. Son expedientes fechados en
1846, 1847, 1853 o 1859. Según los legajos, las explotaciones tomaron nombres
tan variopintos como “San José”, “La Esperanza”, “La Petra Alta” o
“Casualidad”.
La
concesión de la mina “San José”, por ejemplo, tenía un periodo de explotación
de veinte años y en la documentación aparecen como titulares “interesados”
Bonifacio Garcés de los Fayos, Félix Pérez, Dionisio Romero y José Urriza.
Garcés de
los Fayos, entre otros, también figura en una carta en la que comunica a la
autoridad de la dirección de minas que ha descubierto “un criadero de cobre
sito en la jurisdicción de la ciudad y en término de la Carrera Vieja”, próximo al camino de San Martín. El documento lleva
fecha del 31 de agosto de 1846.
Los papeles
también dejan ver que en Tafalla se indagó sobre la eventual existencia de yacimientos
de sal y sosa. En 1857, por ejemplo, consta la inscripción del filón llamado
“Constanza”, y en 1858 otro bautizado “La Constante”.
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