viernes, 19 de febrero de 2010

FALLECE EL "INVENTOR" DEL FESTIVAL DE OLITE

Valentín Redín Flamarique, creador en los años ochenta del siglo pasado de los famosos “Festivales de Olite” y figura capital del teatro navarro, falleció el lunes 18 en Pamplona a causa de un paro cardíaco. El 24 de enero hubiera cumplido 67 años.
Redín convenció en 1981 a los entonces dirigentes de la Institución Príncipe de Viana para que Olite fuera la sede principal de un festival de verano que consiguió una proyección internacional y convirtió a Olite en la capital cultural de Navarra.
Valentín Redín conocía bien nuestra ciudad porque era familia del cura Victoriano Flamarique, fundador de la Bodega Cooperativa Olitense y párroco de la iglesia Santa María. Su abuelo materno, Valentín Flamarique, tenía un estanco y administraba la contabilidad del Ayuntamiento. Muchos veranos de su infancia, Redín los pasó en la casa familiar de la calle Mayor, acompañado de su padre y su madre, Asunción.

El recuerdo de aquellos cálidos veraneos fue clave para que, ya en la madurez, Valentín Redín “inventara” una nueva cita cultural rompedora en la Navarra que comenzaba a despertar a la democracia tras el franquismo.

Redín fue un director puntero. Por el escenario que montó en La Cava, en la trasera de Palacio Real y que aún hoy utiliza el Festival de Teatro Clásico, pasaron entonces orquestas como la de Bratislava, Alicia Alonso y su Ballet de Cuba, el teatro de vanguardia de Lisand Kent, la poesía comprometida de Rafael Alberti o la interpretación magistral de la actriz Nuria Espert. Estos fueron sólo algunos de los protagonistas de vanguardia que Redín paseó por Olite en unos espectáculos puestos en taquilla a unos precios muy populares, al alcance de todos.

Los Festivales de Olite, después de Navarra, abrieron los ojos a muchos jóvenes de la localidad, que tenía a su alcance una programación cultural que no se ofertaba ni en Madrid. Redín también se rodeó de un equipo de profesionales que durante todo el verano se instalaba en la ciudad, programaba cursos de lo más variado y conseguía crear una atmósfera cultural que ya no ha tenido parangón.

Los pintores Manolo Royo y Pedro Salaberri, el cineasta Koldo Lasa o el actor José Mari Asín, fueron algunos de los que acompañaron a Valentín en aquellos años dorados del Festival de Olite, amén de gente que colaboró cuanto pudo antes que el evento se dispersara en distintas sedes, lo que le dio la puntilla tras cambiarar el nombre por “Festivales de Navarra”. En Olite incluso se llegó a organizar una manifestación para que el festival regresara al castillo de los Reyes de Navarra.

Según los expertos, Redín fue, fundamentalmente, un gran director de escena, aunque ocasionalmente escribió y actuó, y un hombre que logró "teatralizar" su profesión de jefe de Protocolo del Ayuntamiento de Pamplona y gestor y animador cultural, lo que le permitió dar un extraordinario realce a un larguísimo catálogo de eventos ciudadanos, populares y festivos.

En 1970, fundó, con una ayuda de la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, El Lebrel Blanco, la compañía más importante de la historia del teatro navarro, que tomó nombre de otra existente antes de la Guerra Civil. Tras montar algunas obras infantiles, en 1973, el grupo estrenó Yerma, de García Lorca. A partir de este momento y en estrecho contacto con Patxi Larrainzar, realizó montajes de textos polémicos que se hicieron tremendamente populares como "Navarra, sola o con leche", de Larrainzar, que se ha representado más de 125 veces.

Funcionario de carrera, Valentín Redín ocupó distintos puestos en las áreas de Protocolo y Cultura del Ayuntamiento de Pamplona, finalizando en el departamento de Turismo, donde se jubiló en 2006 tras año y medio de baja médica por otro infarto que sufrió en 2004. También trabajó en el Parlamento de Navarra, de la mano del ex presidente, ya fallecido, el socialista José Luis Castejón.

En 1992, el Gobierno de Navarra le encargó un montaje para su pabellón en la Expo de Sevilla. Superó algunas decepciones y no pocos desplantes de quienes antes lo solicitaban y requerían y jaleaban con la creación de "Lebrel Blanco Producciones", una sociedad unipersonal nacida para disfrutar del teatro a su solo capricho.

Según los críticos, “la locomotora desbocada de ideas e iniciativas, que durante años arrastró los vagones mejor surtidos del teatro pamplonés, dio paso a un vehículo de pequeña cilindrada pero más maniobrable, que dirigía como él sabía, con las dosis habituales de autoritarismo y ternura que no eran sino una forma más de expresar la teatralidad extrema que le brotaba en todos los órdenes de la vida”.

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